Como leve sonido: hoja que roza un vidrio, agua que acaricia unas guijas, lluvia que besa una frente juvenil;
como rápida caricia: pie desnudo sobre el camino, dedos que ensayan el primer amor, sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
como fugaz deseo: seda brillante en la luz, esbelto adolescente entrevisto, lágrimas por ser más que un hombre;
como esta vida que no es mía y sin embargo es la mía, como este afán sin nombre que no me pertenece y sin embargo soy yo;
como todo aquello que de cerca o de lejos me roza, me besa, me hiere, tu presencia está conmigo fuera y dentro, es mi vida misma y no es mi vida, así como una hoja y otra hoja son la apariencia del viento que las lleva.
Tan alta, sí, tan alta en revuelo sin brío, la rama el cielo prometido anhela, que ni la luz asalta este espacio sombrío ni su divina soledad desvela. Hasta el pájaro cela al absorto reposo su delgada armonía. ¿Qué trino colmaría,
Hacia el pálido aire se yergue mi deseo, fresco rumor insomne en fondo de verdura, como esbelta columna, mas truncada su gracia corona de las aguas la calma ya celeste.
Todo el ardor del día, acumulado en asfixiante vaho, el arenal despide. Sobre el azul tan claro de la noche contrasta, como imposible gotear de un agua, el helado fulgor de las estrellas, orgulloso cortejo junto a la nueva luna
Pared frontera de tu casa vivía la familia de aquel pianista, quien siempre ausente por tierras lejanas, en ciudades a cuyos nombres tu imaginación ponía un halo mágico, alguna vez regresaba por unas semanas a su país y a los suyos.