Hacia el pálido aire se yergue mi deseo,
fresco rumor insomne en fondo de verdura,
como esbelta columna, mas truncada su gracia
corona de las aguas la calma ya celeste.
Plátanos y castaños en lisas avenidas
se llevan a lo lejos mi suspiro diáfano,
de las sendas más claras a las nubes ligeras,
con el lento aleteo de las palomas grises.
Al pie de las estatuas por el tiempo vencidas,
mientras copio su piedra, cuyo encanto ha fijado
mi trémulo esculpir de líquidos momentos,
única entre las cosas, muero y renazco siempre.
Este brotar continuo viene de la remota
cima donde cayeron dioses, de los siglos
pasados, con un dejo de paz, hasta la vida
que dora vagamente mi azul ímpetu helado.
Por mí yerran al viento apaciguados dejos
de las viejas pasiones, glorias, duelos de antaño,
y son, bajo la sombra . naciente de la tarde,
misterios junto al vano rumor de los efímeros.
El hechizo del agua detiene los instantes:
soy divino rescate a la pena del hombre,
forma de lo que huye de la luz a la sombra,
confusión de la muerte resuelta en melodía.