Elegía, de Luis Cernuda | Poema

    Poema en español
    Elegía

    Este lugar, hostil a los oscuros 
    avances de la noche vencedora, 
    ignorado respira ante la aurora, 
    sordamente feliz entre sus muros. 

    Pereza, noche, amor, la estancia quieta 
    bajo una débil claridad ofrece. 
    El esplendor sus llamas adormece 
    en la lánguida atmósfera secreta. 

    Y la pálida lámpara vislumbra 
    rosas, venas de azul, grito ligero 
    de un contorno desnudo, prisionero 
    tenuemente abolido en la penumbra. 

    Rosas tiernas, amables a la mano 
    que un dulce afán impulsa estremecida, 
    venas de ardiente azul; toda una vida 
    al insensible sueño vuelta en vano. 

    ¿Vive o es una sombra, mármol frío 
    en reposo inmortal, pura presencia 
    ofreciendo su estéril indolencia 
    con un claro, cruel escalofrío? 

    Al indeciso soplo lento oscila 
    el bulto langoroso; se estremece 
    y del seno la onda oculta crece 
    al labio donde nace y se aniquila. 

    Equívoca delicia. Esa hermosura 
    no rinde su abandono a ningún dueño; 
    camina desdeñosa por su sueño, 
    pisando una falaz ribera oscura. 

    Del obstinado amante fugitiva, 
    rompe los delicados, blandos lazos. 
    A la mortal caricia, entre los brazos, 
    ¿Qué pureza tan súbita la esquiva? 

    Soledad amorosa. Ocioso yace 
    el cuerpo juvenil perfecto y leve. 
    Melancólica pausa. En triste nieve 
    el ardor soberano se deshace. 

    ¿Y que esperar, amor? Sólo un hastío, 
    el amargor profundo, los despojos. 
    Llorando vanamente ven los ojos 
    ese entreabierto lecho torpe y frío. 

    Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente, 
    donde el eterno fruto se tendía 
    y el labio alegre, dócil lo mordía 
    en un vasto sopor indiferente. 

    De aquel sueño orgulloso en su fecundo, 
    esplendido poder, una lejana 
    forma dormida queda, ausente y vana 
    entre la sorda soledad del mundo. 

    Esta insaciable, ávida amargura, 
    flecha contra la gloria del amante, 
    ¿Enturbia ese sereno diamante 
    de la angélica noche inmóvil, pura? 

    Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento 
    transparenta tan leve luz dudosa. 
    El pájaro en su rama melodiosa 
    alisando está el ala, el dulce acento. 

    Ya con rumor suave la belleza 
    esperada del mundo otra vez nace, 
    y su onda monótona deshace 
    este remoto dejo de tristeza.