No es el amor quien muere
somos nosotros mismos.
Inocencia prístina
abolida en deseo
olvido de sí mismo en otro olvido
ramas entrelazadas
¿por qué vivir si desaparecéis un día?
Fantasmas de la pena
a lo lejos los otros
los que ese amor perdieron
recorriendo las tumbas
como un recuerdo en sueños
otro vacío estrechan.
Por allá van y gimen
muertos en pie vidas tras de la piedra
golpeando impotencia
arañando la sombra
con inútil ternura.
No no es el amor quien muere.