Telarañas cuelgan de la razón en un paisaje de ceniza absorta; ha pasado el huracán de amor, ya ningún pájaro queda.
Tampoco ninguna hoja, todas van lejos, como gotas de agua de un mar cuando se seca, cuando no hay ya lágrimas bastantes, porque alguien, cruel como un día de sol en primavera, con su sola presencia ha dividido en dos un cuerpo.
Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia, aunque siempre nos falte alguno; recoger la vida vacía y caminar esperando que lentamente se llene, si es posible, otra vez, como antes, de sueños desconocidos y deseos invisibles.
Tú nada sabes de ello, tú estás allá, cruel como el día; el día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro, un muro, ¿no comprendes?, un muro frente al cuál estoy sólo.
Lentamente el ahogado recorre sus dominios donde el silencio quita su apariencia a la vida. transparentes llanuras inmóviles le ofrecen árboles sin colores y pájaros callados.
Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,