¡Qué de invidiosos montes levantados, de Luis de Góngora | Poema

    Poema en español
    ¡Qué de invidiosos montes levantados

    ¡Qué de invidiosos montes levantados, 
    de nieves impedidos, 
    me contienen tus dulces ojos bellos! 
    ¡Qué de ríos del hielo tan atados, 
    del agua tan crecidos 
    me defienden el ya volver a vellos! 
    Y, cuál, burlando de ellos 
    el noble pensamiento, 
    por verte viste plumas, pisa el viento! 

    Ni a las tinieblas de la noche oscura 
    ni a los hielos perdona, 
    y a la mayor dificultad engaña; 
    no hay guardas hoy de llave tan segura, 
    que nieguen tu persona, 
    que no desmienta con discreta mañana, 
    ni emprenderá hazaña 
    tu esposo cuando lidie, 
    que no registre él, y yo no envidie. 

    Allá vuelas, lisonja de mis penas, 
    que con igual licencia 
    penetras el abismo, el cielo escalas; 
    y mientras yo te aguardo en las cadenas 
    de esta rabiosa ausencia, 
    el viento agravian tus ligeras alas. 
    Ya veo que te calas 
    donde bordada tela 
    un lecho abriga y mil dulzores cela. 

    Tarde batiste la envidiosa pluma, 
    que en sabrosa fatiga 
    vieras (muerta la voz, suelto el cabello) 
    la blanca hija de la blanca espuma, 
    no sé si en brazos diga 
    de un fiero Marte, de un Adonis bello, 
    y anudada a su cuello, 
    podrás verla dormida, 
    y a él casi trasladado a nueva vida. 

    Desnuda el brazo, el pecho descubierta, 
    entre templada nieve 
    evaporar contempla un fuego helado, 
    y al esposo en figura casi muerta, 
    que el silencio le bebe 
    del sueño, con sudor solicitado; 
    dormid, que el dios alado, 
    de vuestras almas dueño, 
    con el dedo en la boca os guarda el sueño; 

    dormid, copia gentil de amantes nobles, 
    en los dichosos nudos 
    que a los lazos de amor os dio Himeneo; 
    mientras yo, desterrado, de estos robles 
    y peñascos desnudos 
    la piedad con mis lágrimas granjeo; 
    coronad el deseo 
    de gloria, en recordando; 
    sea el lecho de batalla campo blando. 
    Canción, di al pensamiento 
    que corra la cortina, 
    y vuelva al desdichado que camina. 

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