Adiós, de Manuel Acuña | Poema

    Poema en español
    Adiós

    A... 
     
    Después de que el destino 
    me ha hundido en las congojas 
    del árbol que se muere 
    crujiendo de dolor, 
    truncando una por una 
    las flores y las hojas 
    que al beso de los cielos 
    brotaron de mi amor. 

    Después de que mis ramas 
    se han roto bajo el peso 
    de tanta y tanta nieve 
    cayendo sin cesar, 
    y que mi ardiente savia 
    se ha helado con el beso 
    que el ángel del invierno 
    me dio al atravesar. 

    Después... es necesario 
    que tú también te alejes 
    en pos de otras florestas 
    y de otro cielo en pos; 
    que te alces de tu nido, 
    que te alces y me dejes 
    sin escuchar mis ruegos 
    y sin decirme adiós. 

    Yo estaba solo y triste 
    cuando la noche te hizo 
    plegar las blancas alas 
    para acogerte a mí, 
    entonces mi ramaje 
    doliente y enfermizo 
    brotó sus flores todas 
    tan solo para ti. 

    En ellas te hice el nido 
    risueño en que dormías 
    de amor y de ventura 
    temblando en su vaivén, 
    y en él te hallaban siempre 
    las noches y los días 
    feliz con mi cariño 
    y amándote también... 

    ¡Ah! nunca en mis delirios 
    creí que fuera eterno 
    el sol de aquellas horas 
    de encanto y frenesí; 
    pero jamás tampoco 
    que el soplo del invierno 
    llegara entre tus cantos, 
    y hallándote tú aquí... 

    Es fuerza que te alejes... 
    rompiéndome en astillas; 
    ya siento entre mis ramas 
    crujir el huracán, 
    y heladas y temblando 
    mis hojas amarillas 
    se arrancan y vacilan 
    y vuelan y se van... 

    Adiós, paloma blanca 
    que huyendo de la nieve 
    te vas a otras regiones 
    y dejas tu árbol fiel; 
    mañana que termine 
    mi vida oscura y breve 
    ya solo tus recuerdos 
    palpitarán sobre él. 

    Es fuerza que te alejes 
    del cántico y del nido 
    tu sabes bien la historia 
    paloma que te vas... 
    El nido es el recuerdo 
    y el cántico el olvido, 
    el árbol es el siempre 
    y el ave es el jamás. 

    Adiós mientras que puedes 
    oír bajo este cielo 
    el último ¡ay! del himno 
    cantado por los dos... 
    Te vas y ya levantas 
    el ímpetu y el vuelo, 
    te vas y ya me dejas, 
    ¡paloma, adiós, adiós!

    Manuel Acuña nació en Saltillo (México) en 1849. Se inscribe en los estudios de Medicina en 1868, aunque se dedica principalmente a la Literatura. En 1869 funda la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl y comienza a publicar sus primeros poemas en la revista Iberia. Su obra está caracterizada por un romanticismo vehemente y la oposición directa al racionalismo. Su novela El pasado (1872) y sobre todo sus poemas, rápidamente difundidos, se asemejan al estilo de autores clásicos del Romanticismo, como Espronceda o Heine. Sus poemas, entre los que destacan Ante un cadáver y Nocturno, fueron reunidos y publicados póstumamente en 1874, un año después del suicidio por amor del poeta, a los 24 años de edad.