Alma son de mis cantares, tus hechizos... Besos, besos a millares. Y en tus rizos, besos, besos a millares. ¡Siempre amores! ¡Nunca amor!
Los placeres van de prisa: una risa y otra risa, y mil nombres de mujeres, y mil hojas de jazmín desgranadas y ligeras... Y son copas no apuradas, y miradas pasajeras, que desfloran nada más.
Desnudeces, hermosuras, carne tibia y morbideces, elegancias y locuras...
No me quieras, no me esperes... ¡No hay amor en los placeres! ¡No hay placer en el amor!
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. Unos ojos de hastío y una boca de sed... Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... Calaveradas, amoríos... Nada grave, Un poco de locura, un algo de poesía, una gota del vino de la melancolía...
Es noche. La inmensa palabra es silencio... Hay entre los árboles un grave misterio... El sonido duerme, el color se ha muerto. La fuente está loca, y mudo está el eco.
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron —soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, que todo lo ganaron y todo lo perdieron. Tengo el alma de nardo del árabe español.