Mariposa negra, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Mariposa negra

    A Rubén Darío 
     
    La hora cárdena... La tarde 
    los velos se va quitando... 
    El velo de oro..., el de plata. 
    La hora cárdena... 
    «Aún es temprano». 

    «Nada veo sino el polvo 
    del camino...» 
    «Aún es temprano». 

    «¿Gritaron, madre?» 
    «No, hija; 
    nadie habló... ¿Lloras?...» 
    «Lo blanco 
    del camino que contemplo 
    las lágrimas me ha saltado...» 
    «No es eso...» 
    «Yo no sé, madre». 
    «Él vendrá, que aún es temprano». 

    «Madre, el humo se está quieto, 
    las nubes parecen mármol..., 
    y los árboles diríase, 
    que tienden abiertos brazos». 

    Un mendigo horrible pasa, 
    y hacia el castillo ha mirado. 



    .................... 



    Una negra mariposa 
    revolotea en el cuarto. 
    La hora cárdena... La tarde 
    los velos se va quitando... 

    El velo de oro, el de plata..., 
    el de celajes violados. 
    ... Y el sol va a caer allá lejos, 
    guerrero herido en el campo. 

    ¡Mal hayan los servidores 
    que sin su señor tornaron, 
    los que con él se partieron 
    y traen, sin él, su caballo!

    • El ciego sol se estrella 
      en las duras aristas de las armas, 
      llaga de luz los petos y espaldares 
      y flamea en las puntas de las lanzas. 
      El ciego sol, la sed y la fatiga. 
      Por la terrible estepa castellana, 
      al destierro, con doce de los suyos 

    • Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. 
      Unos ojos de hastío y una boca de sed... 
      Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... 
      Calaveradas, amoríos... Nada grave, 
      Un poco de locura, un algo de poesía, 
      una gota del vino de la melancolía... 

    • A Miguel de Unamuno 
       
      Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron 
      —soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, 
      que todo lo ganaron y todo lo perdieron. 
      Tengo el alma de nardo del árabe español. 

    • Llorando, llorando, 
      nochecita oscura, por aquel camino 
      la andaba buscando. 

      Conmigo no vengas... 
      Que la suerte mía por malitos pasos, 
      gitana me lleva. 

      ¡Mare del Rosario, 
      cómo yo guardaba el pelito suyo 
      en un relicario! 

    • En tu boca roja y fresca 
      beso, y mi sed no se apaga, 
      que en cada beso quisiera 
      beber entera tu alma. 

      Me he enamorado de ti 
      y es enfermedad tan mala, 
      que ni la muerte la cura, 
      ¡bien lo saben los que aman! 

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