Otra, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Otra

    Puede que fueras tú... Confusamente, 
    entre la mucha gente, 
    esbelta, serpentina 
    --y vestida de blanco-- 
    una mujer divina 
    llamó a mis ojos... Pero, ¡No! Tú vistes 
    el negro, siempre, de las noches tristes. 

    Puede que fueras tú... Porque mi alma 
    se salió toda por mis ojos... Tanto, 
    que si yo no pensara 
    en aquel pelo negro que tu cara 
    acaricia, ¡tan negro!... Juraría 
    que eras tú aquella rubia como el día. 
    ...Y puede que tú fueras... Aunque aquella 
    mujer iba apoyada 
    en el brazo de un hombre, alegre y bella. 
    Y rozándole la cara con su cabello, 
    con mirada indecible 
    de amor... ¡Y es imposible 
    que tú vuelvas a amar después de aquello!

    • Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. 
      Unos ojos de hastío y una boca de sed... 
      Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... 
      Calaveradas, amoríos... Nada grave, 
      Un poco de locura, un algo de poesía, 
      una gota del vino de la melancolía... 

    • El ciego sol se estrella 
      en las duras aristas de las armas, 
      llaga de luz los petos y espaldares 
      y flamea en las puntas de las lanzas. 
      El ciego sol, la sed y la fatiga. 
      Por la terrible estepa castellana, 
      al destierro, con doce de los suyos 

    • A Miguel de Unamuno 
       
      Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron 
      —soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, 
      que todo lo ganaron y todo lo perdieron. 
      Tengo el alma de nardo del árabe español. 

    • Llorando, llorando, 
      nochecita oscura, por aquel camino 
      la andaba buscando. 

      Conmigo no vengas... 
      Que la suerte mía por malitos pasos, 
      gitana me lleva. 

      ¡Mare del Rosario, 
      cómo yo guardaba el pelito suyo 
      en un relicario! 

    • En tu boca roja y fresca 
      beso, y mi sed no se apaga, 
      que en cada beso quisiera 
      beber entera tu alma. 

      Me he enamorado de ti 
      y es enfermedad tan mala, 
      que ni la muerte la cura, 
      ¡bien lo saben los que aman! 

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