Cómo quisiera despertar cantando. Pero amanezco, en cambio, dolorida de no haberme quedado en ese espacio, en ese tiempo de morir prestada. Una isla no inscripta en ningún mapa, una célula enferma de ignorancia, un asfixiado mundo en miniatura, una avanzada humanidad triunfante, en clarines y hogueras homicidas. Tabla sola, sin náufrago siquiera, y luchando, relincho hacia la costa, y animada nomás por el recuerdo de un aliento mordido a sus astillas. Cómo quisiera despertar cantando, y me muero de sed y hambre de canto mientras desborda la preñada aurora en promisorio bermellón de vinos, y expandida, hoguera en panes, horneándose a lo alto. Yo estoy abajo, debajo de la historia, sepultada en antorchas apagadas y estandartes marchitos. Sumergida en humores subterráneos y en cenizas de huesos de bandido, Soy el ser que no fue, lo que no pudo, la olvidada, desdeñada semilla, pero existo. Dentro tengo un sauce inclinado que me llora. Un niño triste me llama, sin nombrarme. Me doy cuenta, me doy cuenta, yo existo. Mañana espero despertar, cantando.
Cómo quisiera despertar cantando. Pero amanezco, en cambio, dolorida de no haberme quedado en ese espacio, en ese tiempo de morir prestada. Una isla no inscripta en ningún mapa, una célula enferma de ignorancia, un asfixiado mundo en miniatura,
Y la lluvia sonríe, canta dentro del cristal que me habita y repercute sobre un suelo ya antiguo en otras lluvias, y otras tardes miradas desde lejos. Mi ventana de ver el mundo, abierta, y mi puerta a algún náufrago, descubro
Sueño que llueve y que me estás queriendo. Cielo en congoja, mi corazón deshace, y deshaces con él; lluvia tú mismo me transcurres lento; yo me dejo llevar por los canales inundados de hojas y de pasos y un crujido me llora desde el hueso.