Sueño que llueve y que me estás queriendo. Cielo en congoja, mi corazón deshace, y deshaces con él; lluvia tú mismo me transcurres lento; yo me dejo llevar por los canales inundados de hojas y de pasos y un crujido me llora desde el hueso. El mundo en selva de colores viene a espejarme en nosotros, y a impregnarnos de misterio, de aroma y de raíces. A la vera de esta irrealidad, palpita, un niño tibio que indeciso arrima con su barco de papel y quiere navegar nuestra sangre. Sueño que llueve; acaso estés soñando a mi ritmo, y amándome, y en tanto, esta lluvia silente, tal vez sueñe ser mujer, y sufrir. Avido el suelo que la bebe sueña, quizás, ser hombre y consumirla; ruedo como una gota entre tus brazos, vuelco sollozando tu nombre. Tu deslizas, compactado llanto, por mi cielo y rompes; un deshacer unidos, ya no somos, y despierto. Sin nosotros, y sin sí mismo, el sueño se ha quedado soñando ser la muerte.
Cómo quisiera despertar cantando. Pero amanezco, en cambio, dolorida de no haberme quedado en ese espacio, en ese tiempo de morir prestada. Una isla no inscripta en ningún mapa, una célula enferma de ignorancia, un asfixiado mundo en miniatura,
Y la lluvia sonríe, canta dentro del cristal que me habita y repercute sobre un suelo ya antiguo en otras lluvias, y otras tardes miradas desde lejos. Mi ventana de ver el mundo, abierta, y mi puerta a algún náufrago, descubro
Sueño que llueve y que me estás queriendo. Cielo en congoja, mi corazón deshace, y deshaces con él; lluvia tú mismo me transcurres lento; yo me dejo llevar por los canales inundados de hojas y de pasos y un crujido me llora desde el hueso.