Mirad, 
éste 
fue el corazón 
de una sirena. 
Irremediablemente 
dura, 
venía a las orillas 
a peinarse 
y a jugar a la baraja. 
Juraba 
y escupía 
entre las algas. 
Era la imagen 
misma 
de aquellas 
infernales 
taberneras 
que 
en los cuentos 
asesinan 
al viajero cansado. 
Mataba a sus amantes 
y bailaba 
en las olas. 
Así 
fue transcurriendo 
la malvada 
vida de la sirena 
hasta 
que su feroz 
amante marinero 
la persiguió 
con harpón y guitarra 
por todas las espumas, 
más allá 
de los más 
lejanos archipiélagos, 
y cuando 
ya en sus brazos 
reclinó 
la frente biselada, 
el navegante 
le dio 
un último beso 
y justiciera muerte. 
Entonces, del navío 
descendieron 
los capitanes 
muertos, 
decapitados 
por aquella 
traidora 
sirena, 
y con alfanje, 
espada, 
tenedor 
y cuchillo 
sacaron el corazón de piedra 
de su pecho 
y junto al mar 
lo dejaron 
anclado, 
para 
que así se eduquen 
las pequeñas 
sirenas 
y aprendan 
a comportarse 
bien 
con 
los 
enamorados 
marineros.
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.