El soldado español de los Tercios, de Pedro Calderón de la Barca | Poema

    Poema en español
    El soldado español de los Tercios

    Este ejército que ves 
    vago al yelo y al calor, 
    la república mejor 
    y más política es 
    del mundo, en que nadie espere 
    que ser preferido pueda 
    por la nobleza que hereda, 
    sino por la que el adquiere; 
    porque aquí a la sangre excede 
    el lugar que uno se hace 
    y sin mirar cómo nace 
    se mira como procede. 

    Aquí la necesidad 
    no es infamia; y si es honrado, 
    pobre y desnudo un soldado 
    tiene mejor cualidad 
    que el más galán y lucido; 
    porque aquí a lo que sospecho 
    no adorna el vestido el pecho 
    que el pecho adorna al vestido. 

    Y así, de modestia llenos, 
    a los más viejos verás 
    tratando de ser lo más 
    y de aparentar lo menos. 

    Aquí la más principal 
    hazaña es obedecer, 
    y el modo cómo ha de ser 
    es ni pedir ni rehusar. 

    Aquí, en fin, la cortesía, 
    el buen trato, la verdad, 
    la firmeza, la lealtad, 
    el honor, la bizarría, 
    el crédito, la opinión, 
    la constancia, la paciencia, 
    la humildad y la obediencia, 
    fama, honor y vida son 
    caudal de pobres soldados; 
    que en buena o mala fortuna 
    la milicia no es más que una 
    religión de hombres honrados. 

    Pedro Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600 en Madrid. De familia de hidalgos, su padre era secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. Comenzó su formación en 1605 en Valladolid, donde la familia se había trasladado al encontrarse allí la Corte. En 1608 su padre decidió que ingresara en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, donde estuvo hasta 1613. Continuó estudios en la Universidad de Alcalá de Henares y más tarde pasó a la Universidad de Salamanca. Sin embargo, no se ordenó religioso, tal y como había deseado su padre. En cambio, se decantó por la vida militar y tomó parte en varias campañas militares al servicio del duque del Infantado en Flandes y en el norte de Italia durante 1623 y 1625. Su primera comedia conocida, Amor, honor y poder, se estrenó en Madrid en 1623 con motivo de la visita del príncipe de Gales. A su regreso de la guerra continuó escribiendo y representando dramas en la capital del reino. Lo cierto es que durante sus años mozos estuvo envuelto en varias pendencias y en broncas a causa del juego, como la violación de la clausura del Convento de las Trinitarias de Madrid en el que irrumpió persiguiendo a un rival, hecho que le ganó la enemistad de otro grande como Lope de Vega, cuya hija moraba entre aquellos muros. El éxito de sus comedias le granjeó el favor del monarca Felipe IV, quien le encargó numerosas obras para los teatros de la Corte, como El mayor encanto, amor, que inauguró el Coliseo del Palacio del Buen Retiro en 1635. Fueron años de gran prestigio, con obras como La dama duende y El príncipe constante (1629), Casa con dos puertas mala es de guardar (1632), El médico de su honra (1635), La vida es sueño (1636), No hay burlas con el amor y El mágico prodigioso (1637) o El alcalde de Zalamea (1640). En 1651 se ordenó sacerdote y dos años después obtuvo la capellanía de la catedral de Toledo. Continuó escribiendo dramas y comedias, pero las obras sacramentales ocuparon un lugar preponderante en su producción desde entonces, como es el caso de El gran teatro del mundo (1655). El rey le impuso el hábito de Santiago y le nombró su capellán personal. Tuvo una larga vida que se apagó el 25 de mayo de 1681 en la ciudad que lo vio nacer.