Me quedé muda, en mi delirio; mi corazón latía convulso; y el batir loco de mi pulso era en mis senos un martirio, vivo rubor en mis mejillas.
Gemía 'no, no', al resistir. No pudieron lograr el beso sus labios, ni su amor obseso franqueó con rudo insistir la barrera de mis rodillas.
Perdón, después, él me ha pedido. Besó mis cabellos; su aliento quemaba mi rostro encendido. Y luego partió... Sólo el viento suaviza mi aflicción acerba.
Vacío contemplo el sendero. La selva, sin vida, desierta; la hollada pradera está yerta... Y en sangre mis puños lacero y ahogo mi llanto en la hierba.
Esta tarde casó Melisa, mi mejor amiga. Era propicio el signo: nuestras madres se hallaban encintas. En la ruta del cortejo no se han marchitado aún las rosas; brilla aún en las antorchas la llama nupcial.