Me quedé muda, en mi delirio;
mi corazón latía convulso;
y el batir loco de mi pulso
era en mis senos un martirio,
vivo rubor en mis mejillas.
Dulce, blandamente
la túnica abrió;
y como se llevan
al ara de un dios
vívidas palomas
de terso plumón,
con su mano leve
los senos me dió.
-Ámalos -me dijo-
con igual pasión
con que yo los amo:
son niños en flor.
A ellos me entrego
cuando sóla estoy;
arrullos y mimos
sé para los dos.
Con leche los baño
y rayos de sol;
y son mis cabellos
el lino mejor
que calca y enjuga
su rojo botón.
Entre finas lanas
triunfa su primor;
yo los acaricio
con trémula voz.
Como en mis entrañas
nunca habrá un dolor,
sé tú el pequeñuelo,
busca su pezón.
Y como besarlos
jamás podré yo,
dáles en mi nombre
mil besos de amor.