Autorretrato, de Rafael Espejo | Poema

    Poema en español
    Autorretrato

    Al final de estos brazos unas manos 
    para tocar por gusto 
    o acercarle sustento 
    a la boca que pía. 

    Igualmente dos piernas acopladas 
    al tronco: lo pasean 
    con sus lagares dentro, 
    con sus filtros y bombas, 
    sus engranajes sordos. 

    De perfil me embellecen 
    un ojo y una oreja, media nariz, dos labios 
    mitad sobre mitad. 

    Y duros huesos a los que se enredan 
    músculos trepadores 
    regados por la sangre que heredé, 
    todo cubierto de porosa dermis 
    mal abrigada por vellosidades. 

    Pero yo, que habito una región 
    ignota en el cerebro, 
    sólo me reconozco íntegramente 
    en el pene y los testículos: 
    esos ojos no natos con trompa umbilical, 
    reliquias ancestrales 
    de las eras biológicas que confluyen en mí, 
    pura animalidad que me despierta. 

    ¿Para qué sirvo entonces, 
    a qué puedo aplicar estos dispositivos, 
    exactamente qué he venido a hacer? 

    Vivir, pero además 
    vivir consciente, 
        vivir como si solo 
    fuese real la vida. 

    Y dar gracias a ciegas 
    a quienes me engendraron, 
    gracias al niño que me trajo aquí, 
    gracias a las muchachas, 
    al perro que me sigue y a la flor transitoria, 
    a la llovizna mística, a la luna de agosto, 
    gracias a los viajes que al llevarme 
    me hacen creer en casa, 
    y a las drogas felices, y a las decepciones 
    que me tienen humilde. 

    Esto soy. Gracias, 
    enormemente gracias. 
    Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto, 
    muchas gracias. 

    • Y aunque no quise el regreso 
      siempre se vuelve al primer amor. 
      Alfredo Le Pera 

       
      Tú quédate, no impidas 
      esta mano templada. 
      Muéstrate verdadera y dime, suave, 
      la lentitud del mundo si vives en la ausencia: 

    • La oscuridad del cielo adquiere perspectiva 
      por los astros que brillan entre nubes dispersas, 
      y es bello contemplarlo, y peligroso; 
      el crepitar de leña que nos sugiere el sexo, 
      canciones de acampada y juventud 
      dispuesta a emborracharse 

    • Al final de estos brazos unas manos 
      para tocar por gusto 
      o acercarle sustento 
      a la boca que pía. 

      Igualmente dos piernas acopladas 
      al tronco: lo pasean 
      con sus lagares dentro, 
      con sus filtros y bombas, 
      sus engranajes sordos.