Principio y fin de la siesta, de Rafael Espejo | Poema

    Poema en español
    Principio y fin de la siesta

    Saciados el estómago y el sexo, 
    ¿qué queda? 

    Mullo el vientre calmado de mi amiga, 

    que entrecierra los ojos 
    y apenas corresponde: 

    un roce, como ondas 
    erizando sus hebras. 

    Desnuda, libra 
    la gravedad 

    de los acantilados 

    bajo el plácido vuelo 
    de los pechos 

    (el corazón, 

    poroso y rojo, 
    serena nuestro canto en su caverna). 

    Si se ovilla 
    es un monte que ofende en la sabana 

    la aridez del ocaso, 
    Y late 

    con pulso adormecido 

    una respiración secreta, vegetal: 
    oigo el musgo crecer sobre su pelvis. 

    La calavera rumia el sueño de su vida 
    como el mar en las conchas deshabitadas: 

    ¿Qué reverso del mundo 
    he de aceptar por no quedarme solo? 

    Y este beso, ¿se filtra 
    como vaho en su hipnosis? 

    ¿Es el aliento dulce del incienso 
    o acaso niebla baja 
    que sonrosa los bordes 
    de mi amiga? 

    Duerme, 

    duerme sobre nosotros 
    un cielo ensimismado 

    mientras cruza su frente 

    esa nube que apaga, 
    un momento, la tarde. 

    • Y aunque no quise el regreso 
      siempre se vuelve al primer amor. 
      Alfredo Le Pera 

       
      Tú quédate, no impidas 
      esta mano templada. 
      Muéstrate verdadera y dime, suave, 
      la lentitud del mundo si vives en la ausencia: 

    • La oscuridad del cielo adquiere perspectiva 
      por los astros que brillan entre nubes dispersas, 
      y es bello contemplarlo, y peligroso; 
      el crepitar de leña que nos sugiere el sexo, 
      canciones de acampada y juventud 
      dispuesta a emborracharse 

    • Al final de estos brazos unas manos 
      para tocar por gusto 
      o acercarle sustento 
      a la boca que pía. 

      Igualmente dos piernas acopladas 
      al tronco: lo pasean 
      con sus lagares dentro, 
      con sus filtros y bombas, 
      sus engranajes sordos.