Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, Y apenado por no poder tomar los dos Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie Mirando uno de ellos tan lejos como pude, Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente, Y habiendo tenido quizás la elección acertada, Pues era tupido y requería uso; Aunque en cuanto a lo que vi allí Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente, ¡Oh, había guardado aquel primero para otro día! Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante, Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro De aquí a la eternidad: Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, Yo tomé el menos transitado, Y eso hizo toda la diferencia.
El primer tinte de la naturaleza es dorado, Para mantener su verde más intenso. Su hoja temprana va floreciendo Y vive apenas una instante. La hoja muere al caer, danzante, Como se hundió el Edén muy a su pesar, Así el alba día a día desciende,
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, Y apenado por no poder tomar los dos Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie Mirando uno de ellos tan lejos como pude, Hasta donde se perdía en la espesura;
Más allá de las puertas, a través de la helada que cubre la ventana formando unas estrellas dispersas-, en la sombra, el mundo esta mirando su cara: está vacía la habitación. Y duerme. La lámpara inclinada muy cerca de su rostro
Cuando veo abedules oscilar a derecha y a izquierda, ante una hilera de árboles más oscuros, me complace pensar que un muchacho los mece. Pero no es un muchacho quien los deja curvados, sino las tempestades. A menudo hemos visto
Un extraño llegó hasta la puerta en el ocaso, Y habló con el justo novio. Llevaba una vara blanca y verde en la mano, Que a su vez sostenía todas sus cargas. Preguntó, más con los ojos que con los labios, Si habría refugio para él durante la noche,