Adiós, ríos, adiós, fuentes, de Rosalía de Castro | Poema

    Poema en español
    Adiós, ríos, adiós, fuentes

    Adiós, ríos; adiós, fuentes 
    adiós, arroyos pequeños; 
    adiós, vista de mis ojos: 
    no sé cuando nos veremos.
     
    Tierra mía, tierra mía, 
    tierra donde me crié, 
    huertita que quiero tanto, 
    higueritas que planté, 

    prados, ríos, arboledas, 
    pinares que mueve el viento, 
    pajaritos piadores, 
    casita de mi contento, 

    molino de los castañares, 
    noches claras de luar (luna llena) 
    campanitas timbradoras, 
    de la iglesia del lugar; 

    moritas de las zarzamoras 
    que yo le daba a mi amor, 
    caminitos entre el mijo 
    ¡adiós, para siempre adiós! 

    ¡Adiós gloria! ¡Adiós contento! 
    ¡dejo la casa en que nací, 
    ¡dejo la aldea que conozco, 
    por un mundo que no vi! 

    Dejo amigos por extraños, 
    dejo, la tierra por el mar, 
    dejo, en fin, cuanto bien quiero... 
    ¡Quién pudiera no dejarlo!... 

    Más soy pobre, y ¡mal pecado! 
    mi tierra no es mía, 
    que hasta le dan de prestado, 
    la orilla por donde camina, 
    al que nació desdichado. 

    Os tengo, pues, que dejar, 
    huertita que tanto amé, 
    hoguerita de mi hogar, 
    arbolitos que planté, 
    fuentecita del cabañal. 

    Adiós, adiós, que me voy, 
    hierbecitas del camposanto, 
    donde mi padre fue enterado, 
    hierbecitas que besé tanto, 
    tierra que nos crió. 

    Adiós, Virgen de la Asunción, 
    blanca como un serafín; 
    os llevo en el corazón; 
    pedidle a Dios por mí, 
    Virgen mía de la Asunción. 

    Ya se oyen lejos, muy lejos, 
    las campanas de O Pomar, 
    para mi, ¡ay!, pobrecito, 
    nunca más han de tocar. 

    Ya se oyen lejos, más lejos... 
    cada redoble es un dolor; 
    me voy solo, sin cariño... 
    Tierra mía, ¡adiós! ¡adiós! 

    ¡Adiós también, queridita...! 
    ¡Adiós por siempre quizás...! 
    Te digo este adiós llorando 
    desde la orillita del mar. 

    No me olvides, queridita, 
    si muero de soledad... 
    tantas leguas mar adentro... 
    ¡Mi casita!, ¡mi hogar!

    Adios, ríos; adios, fontes

    Adios, ríos; adios, fontes; 
    adios, regatos pequenos; 
    adios, vista dos meus ollos: 
    non sei cando nos veremos. 
    Miña terra, miña terra, 
    terra donde me eu criei, 
    hortiña que quero tanto, 
    figueiriñas que prantei, 

    prados, ríos, arboredas, 
    pinares que move o vento, 
    paxariños piadores, 
    casiña do meu contento, 

    muíño dos castañares, 
    noites craras de luar, 
    campaniñas trimbadoras 
    da igrexiña do lugar, 

    amoriñas das silveiras 
    que eu lle daba ó meu amor, 
    camiñiños antre o millo, 
    ¡adios, para sempre adios! 

    ¡Adios groria! ¡Adios contento! 
    ¡Deixo a casa onde nacín, 
    deixo a aldea que conozo 
    por un mundo que non vin! 

    Deixo amigos por estraños, 
    deixo a veiga polo mar, 
    deixo, en fin, canto ben quero... 
    ¡Quen pudera non deixar!... 

    Mais son probe e, ¡mal pecado!, 
    a miña terra n'é miña, 
    que hastra lle dan de prestado 
    a beira por que camiña 
    ó que naceu desdichado. 

    Téñovos, pois, que deixar, 
    hortiña que tanto amei, 
    fogueiriña do meu lar, 
    arboriños que prantei, 
    fontiña do cabañar. 

    Adios, adios, que me vou, 
    herbiñas do camposanto, 
    donde meu pai se enterrou, 
    herbiñas que biquei tanto, 
    terriña que nos criou. 

    Adios Virxe da Asunción, 
    branca como un serafín; 
    lévovos no corazón: 
    Pedídelle a Dios por min, 
    miña Virxe da Asunción. 

    Xa se oien lonxe, moi lonxe, 
    as campanas do Pomar; 
    para min, ¡ai!, coitadiño, 
    nunca máis han de tocar. 

    Xa se oien lonxe, máis lonxe 
    Cada balada é un dolor; 
    voume soio, sin arrimo... 
    Miña terra, ¡adios!, ¡adios! 

    ¡Adios tamén, queridiña!... 
    ¡Adios por sempre quizais!... 
    Dígoche este adios chorando 
    desde a beiriña do mar. 

    Non me olvides, queridiña, 
    si morro de soidás... 
    tantas légoas mar adentro... 
    ¡Miña casiña!, ¡meu lar!

    Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837 - Padrón, 1885). Fue registrada como hija de padre desconocido. Estudia francés, dibujo y música, para la que está muy dotada. Viaja a Madrid en 1856 y se aloja en casa de una de sus tías: Carmen Lugín de Castro, madre del escritor Pérez Lugín. Su primer libro, La flor, recibe elogios de Manuel Martínez Murguía en La Iberia. En 1858, a los veintiún años, se casa con este destacado crítico en Madrid. Tuvo seis hijos a pesar de su tuberculosis. La primera hija nacería en Santiago, aunque luego el matrimonio residió por razones laborales en diferentes lugares. En 1871 se trasladan a La Coruña, donde Murguía ocupa diferentes cargos públicos. La escritora compatibiliza su trabajo con la vida familiar. Siempre que su salud empeoraba, regresaba a su pazo de Padrón. Allí murió de cáncer de útero en 1885 a los 48 años. Extraordinaria poeta, escribió dos poemarios en gallego, Cantares gallegos (1863) y Follas novas (1880), y varias obras en prosa, como El caballero de las botas azules, escrita en 1867.