-Piel, cabello, ternura, olor, palabras- mi amor te va tocando. Voy descubriendo a diario, convenciéndome de que estás junto a mí, de que es posible y cierto; que no eres, ya, la felicidad imaginada, sino la dicha permanente, hallada, concretísima; el abierto aire total en que me pierdo y gano.
Y después, qué delicia la de ponerme lejos nuevamente. Mirarte como antes y llamarte de 'usted', para que sientas que no es verdad que te haya conseguido; que sigues siendo tú, la inalcanzada; que hay muchas cosas tuyas que no puedo tener.
Qué delicia delgada, incomprensible, la de verte lejos, y soportar los golpes de alegría que de mi corazón ascienden al acercarse a ti por vez primera; siempre por primera, a cada instante. Y al mismo tiempo, así, juego a perderte y a descubrirte, y sé que te descubro siempre mejor de como te he perdido.
Es como si dijeras: 'Cuenta hasta diez, y búscame', y a oscuras yo empezara a buscarte, y torpemente te preguntara: ¿estás allí?', y salieras riendo del escondite, tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta en una luz distinta, en un aroma nuevo, con un vestido diferente.
-Piel, cabello, ternura, olor, palabras- mi amor te va tocando. Voy descubriendo a diario, convenciéndome de que estás junto a mí, de que es posible y cierto; que no eres, ya, la felicidad imaginada, sino la dicha permanente,
Ningún otro cuerpo como el tuyo vino a salir sobre la tierra, porque él es tú. Domingo diario, simposio y lecho y mesa puesta para los sentidos no platónicos.
Para los que llegan a las fiestas ávidos de tiernas compañías, y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo —pues uno no sabe bailar, y es triste—; los que se arrinconan con un vaso de aguardiente oscuro y melancólico,
Amiga a la que amo: no envejezcas. Que se detenga el tiempo sin tocarte; que no te quite el manto de la perfecta juventud. Inmóvil junto a tu cuerpo de muchacha dulce quede, al hallarte, el tiempo.