Qué fácil sería para esta mosca, con cinco centímetros de vuelo razonable, hallar la salida.
Pude percibirla hace tiempo, cuando me distrajo el zumbido de su vuelo torpe. Desde aquel momento la miro, y no hace otra cosa que achatarse los ojos, con todo su peso, contra el vidrio duro que no comprende. En vano le abrí la ventana y traté de guiarla con la mano; no lo sabe, sigue combatiendo contra el aire inmóvil, intraspasable.
Casi con placer, he sentido que me voy muriendo; que mis asuntos no marchan muy bien, pero marchan; y que al fin y al cabo han de olvidarse.
Pero luego quise salir de todo, salirme de todo, ver, conocerme, y nada he podido; y he puesto la frente en el vidrio de mi ventana.
-Piel, cabello, ternura, olor, palabras- mi amor te va tocando. Voy descubriendo a diario, convenciéndome de que estás junto a mí, de que es posible y cierto; que no eres, ya, la felicidad imaginada, sino la dicha permanente,
Ningún otro cuerpo como el tuyo vino a salir sobre la tierra, porque él es tú. Domingo diario, simposio y lecho y mesa puesta para los sentidos no platónicos.
Para los que llegan a las fiestas ávidos de tiernas compañías, y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo —pues uno no sabe bailar, y es triste—; los que se arrinconan con un vaso de aguardiente oscuro y melancólico,
Amiga a la que amo: no envejezcas. Que se detenga el tiempo sin tocarte; que no te quite el manto de la perfecta juventud. Inmóvil junto a tu cuerpo de muchacha dulce quede, al hallarte, el tiempo.