Año nuevo, de Rubén Darío | Poema

    Poema en español
    Año nuevo

    A J. Piquet. 
     
    A las doce de la noche, por las puertas de la gloria 
    y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, 
    sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, 
        San Silvestre. 

    Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, 
    de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; 
    y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para 
         Salomón. 

    Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, 
    y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; 
    y colgada sobre el pecho resplandece la divina 
        Cruz del Sur. 

    Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco 
    donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? 
    Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco 
        del Arquero. 

    A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno 
    el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; 
    le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno 
    y le cubre los riñones el vellón azul del mar. 

    Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; 
    doce aljabas cada año para él trae el rey Enero; 
    en la sombra se destaca la figura vencedora 
        del Arquero. 

    Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo 
    misterioso y fugitivo de las almas que se van, 
    y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo 
    con sus alas membranosas el murciélago Satán. 

    San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes, 
    del celeste Vaticano se detiene en los umbrales 
    mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes 
        inmortales. 

    Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco 
    donde en triunfo llega Enero, 
    ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco 
        y el Arquero.

    Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz, su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es "el príncipe de las letras castellanas".

    • Este del cabello cano, 
      como la piel del armiño, 
      juntó su candor de niño 
      con su experiencia de anciano; 
      cuando se tiene en la mano 
      un libro de tal varón, 
      abeja es cada expresión 
      que, volando del papel, 
      deja en los labios la miel 

    • Y dijo la paloma: 
      —Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo, 
      en el árbol en flor, junto a la poma 
      llena de miel, junto al retoño suave 
      y húmedo por las gotas de rocío, 
       tengo mi hogar. Y vuelo 
       con mis anhelos de ave, 
       del amado árbol mío 

    •    I 


      Yo vi un ave 
      que süave 
      sus cantares 
      entonó 
      y voló... 

      Y a lo lejos, 
      los reflejos 
      de la luna en alta cumbre 
      que, argentando las espumas 
      bañaba de luz sus plumas 
      de tisú... 
      ¡y eras tú! 

    • El varón que tiene corazón de lis, 
      alma de querube, lengua celestial, 
      el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
      está con un rudo y torvo animal, 
      bestia temerosa, de sangre y de robo, 
      las fauces de furia, los ojos de mal: 
      ¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!