La palabra, de Sara de Ibáñez | Poema

    Poema en español
    La palabra

         De pronto el viento que movía 
    las vestiduras y las almas 

        borra en un sueño de ala inmóvil 
    su rumorosa torre de alas. 

         Cada mujer y cada hombre 
    sólo en su sola huella marcha, 

        y se ignoran secretamente 
    en el desnudo de la plaza. 

         Todos esperan, convocados 
    por un silencio de campanas; 

        todos esperan, sombra a sombra, 
    que por sus ojos hable el alba. 

         En cada gota de la sangre 
    preludia un mar de lenta escama, 

        y el peso antiguo de la nieve 
    las vigilantes lenguas cuaja. 

         Todos tiemblan y nada saben: 
    algo se triza, algo se alza. 

        Todos escuchan ateridos, 
    un rumor de médulas blancas. 

         ¿Quién se detiene y es cruzado 
    por mil heridas destelladas? 

        ¿Quién ha medido ya su muerte 
    sobre las losas de la plaza? 

         Bajo las piedras cristalinas 
    bellos demonios verdes braman, 

        y entre los árboles de humo 
    gemas agónicas estallan. 

         Las soledades se han quebrado: 
    Se llena el aire de ventanas. 

        Rechinan dientes en lo oscuro. 
    La miel de llanto se dispara. 

         Corren venenos amarillos 
    por las venas de los fantasmas. 

        Fuentes suicidas se clausuran, 
    y desiertos su arena mascan. 

         Se arrodillan vivos y muertos 
    en sus túnicas solidarias, 

        porque hay uno, entre todos uno, 
    que fue mordido de la llama. 

         Los dulces pies del alcanzado 
    lumbre en la tierra azul derraman. 

        La ciudad hunde sus raíces 
    en la tersa furia del alba. 

         Hasta esa boca mensajera 
    sube una flor desesperada. 

        Todo el jardín de Dios se encoge 
    tironeado por las entrañas. 

         Porque hay uno, entre todos uno, 
    glorioso pasto de la llaga. 

        Rey sin ventura. El inocente: 
    el que ha traído la palabra.