Límite, de Sylvia Plath | Poema

    Poema en español
    Límite

    La mujer alcanzó la perfección. 
    Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización, 
    la apariencia de una necesidad griega 
    fluye por los pergaminos de su toga, 
    sus pies desnudos parecen decir, 
    hasta aquí hemos llegado, se acabó. 
    Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes, 
    uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía. 

    Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo; 
    así los pétalos de una rosa cerrada, 
    cuando el jardín se envara 
    y los olores sangran de las dulces gargantas 
    profundas de la flor de la noche. 

    La luna no tiene por qué entristecerse, 
    mirando con fijeza desde su capucha de hueso. 
    Está acostumbrada a este tipo de cosas. 
    Sus negros crepitan y se arrastran. 

    (Éste fue el último poema que escribió antes de suicidarse).

    Sylvia Plath (Boston, 1932 - Londres, 1963). Escritora estadounidense especialmente conocida como poeta, aunque también es autora de obras en prosa, como la novela semiautobiográfica La campana de cristal (bajo el pseudónimo de Victoria Lucas), así como de relatos y ensayos. Junto con Anne Sexton, Plath es considerada una de las principales cultivadoras del género de la poesía confesional, iniciado por Robert Lowell y W. D. Snodgrass. Plath obtuvo una beca Fulbright que le dio la posibilidad de estudiar en la Universidad de Cambridge, donde continuó escribiendo poesía, y ocasionalmente publicaba su trabajo en el periódico universitario Varsity. Allí, en Cambridge, conoció al poeta inglés Ted Hughes, con quien se casó. Tras su muerte él se encargó de la edición de su poesía completa. 

    • La bondad corretea por mi casa. 
      La Señora Bondad, ¡qué simpática es! 
      Las joyas azules y rojas de sus anillos humean 
      por las ventanas; los espejos 
      se llenan de sonrisas. 

    • ¡Nunca me liberaré de esto! Ahora soy dos personas: 
      ésta, completamente blanca, y la antigua, amarilla, 
      y la blanca es, sin duda, la más importante. 
      No necesita alimentos, es, ciertamente, uno de los santos 

    • No quiero una caja sencilla, quiero un sarcófago 
      de atigradas rayas y un rostro pintado, redondo 
      como la luna, que mire, quiero 
      estar mirándolo cuando lleguen, escogiendo 
      entre minerales mudos, raíces. Véolos 
      ya: los pálidos, astralmente distantes rostros. 

    • Viuda. Palabra que se autoconsume: 
      cuerpo, hoja de periódico en el fuego, 
      por el aire un instante sostenida 
      sobre la geografía roja y cálida 
      que arrancará su corazón cual ojo. 

    • Floreal término. Cayó la fruta, 
      pudrióse o fue comida. Sólo boca 
      soy. En octubre, mes de almacenaje. 

      El cobertizo huele a tripa rancia 
      de momia: herramientas, colmillos, moho. 
      En casa estoy, entre cabezas muertas. 

    • El aire, remolino de ganchos: 
      preguntas sin respuesta, 
      relucientes, ebrias como moscas 
      cuyo beso punge insosteniblemente 
      en los úteros fétidos de aire negro bajo estivos pinares. 

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