Alas, de Ted Hughes | Poema

    Poema en español
    Alas

       I 


    El señor Sartre medita sobre asuntos de actualidad 
     
         Encogido, en la enorme ala rota de su sombra, 
    recrea el mundo en el interior de su cráneo, como el espectro de una flor. 

         Sus ojos son prisioneros del hecho 
    de que sus manos se han convertido en moscas. 

         Con sonrisas calaverales, las poblaciones de la tierra 
    deambulan entre tumbas, como el hoguera apagada por la lluvia. 

         Bosteza, ladeando un ojo extinto 
    hacia la mosca dormida en la tulipa. 

         Pero su corazón sigue impertérrito... 

         El pólipo fragmentador de cráneos de su cerebro, sobre su diminuta raíz, 
    se cierne irónico sobre él: 

    los ángeles, susurra, son metáforas, a imagen del hombre, 
    para diversión de la amiba. 

         Sigue sentado en la estancia doblemente oscura, 
    meditando en la raya carroñófaga. 

         Y en sus alas, leves, blancas, como de ángel, 
    y en los labios cupídicos del vientre nefasto. 

         Y en el mar, esta lengua en su oreja, lamiendo la última página. 

    * * * * * 



       II 


    Kafka escribe 
     
         Y él es un búho 
    es un búho, «hombre», tatuado en el sobaco 
    bajo el ala rota 
    (aturdido por la luz cayó aquí mismo) 
    bajo el ala rota de inmensa sombra que se agita sobre el suelo. 

         Un hombre de impotentes plumas. 

    * * * * * 

       III 


    Einstein toca a Bach 
     
         Y cayó finalmente. Y la gran ala en trizas 
    de sombra sobre el suelo. 
    Su memoria eleva cuanto recuerda 
    de ambos mundos, y unas pocas palabras. 

         La fatigada máscara de arrugas, los ojos de luto, 
    la tristeza del mono en su jaula. 
    Estrella que mira estrellas a través de las paredes 
    de una jaula llena de nada. 

         Y ninguna perdiz cae 
    de la nube. Ni maná 
    para ángeles. 
    Sólo la columna de fuego contrae su fuerza en una mota estelar. 

         Ahora el sargazo de un solo grano de arena 
    sería más dulce que un arroyo roquero 
    e a una boca 
    hendida por vapores estelares. 

    Un petirrojo le vio andar...  ¡Emocionantel 
    Pero las lágrimas casi vertidas fuéronse, 
    una nube grande como su mano, 
    una corona arrugada de relámpagos que no encontraban la tierra. 

         Se inclina, orante, sobre música, como sobre un pozo. 
    Pero es el calderón del átomo. 
    Y es el ojo de Dios en el tifón. 
    Es un horno, rugiente de llamas. 

         Es una cuenca quemada y sin fondo 
    llena de moscas 
    en fugas 
    y reza 

    «¡Madre! ¡Madre! 
                                        Oh madre 

    mándame amor.» 

                                        Pero las moscas 
    las moscas se elevan en nube. 

    • El mar aúlla con su voz vacía 
      tratando por igual vivos y muertos, 
      cansado de la bóveda celeste 
      después de innumerables noches faltas 
      de sueño, de objetivo, de autoengaño. 

    •    I 


      El señor Sartre medita sobre asuntos de actualidad 
       
           Encogido, en la enorme ala rota de su sombra, 
      recrea el mundo en el interior de su cráneo, como el espectro de una flor.