El mar aúlla con su voz vacía tratando por igual vivos y muertos, cansado de la bóveda celeste después de innumerables noches faltas de sueño, de objetivo, de autoengaño.
Como piedra. La piedra es prisionera como ninguna cosa muerta o viva. Universo de ovejas negras. Crece consciente a veces de la mancha roja del sol, soñando que es de Dios el feto.
Sobre la piedra el viento se apresura y sabe penetrar en nada, como la oreja de la piedra ciega misma, que se da vuelta como si sintiese su mente una explosión de direcciones.
Bebiendo el mar, la roca devorando, el árbol lucha por abrirse en hojas: una vieja caída del espacio que desconoce nuestras circunstancias. Sigue asiéndose, enteramente loca.
Minuto tras minuto, evo tras evo, nada se frena ni se desarrolla. Y no es tanteo ni frustrada prueba. Aquí ojiabiertos ángeles penetran. Aquí todos los astros se arrodillan.
¿De quién son estas patas huesudas? De la Muerte. ¿De quién este rostro quemado e hirsuto? De la Muerte. ¿De quién estos pulmones que aún funcionan? De la Muerte. ¿De quién esta capa de músculos utilitarios? De la Muerte.
Agua quería vivir fue al sol y volvió llorando Agua quería vivir fue a los árboles la quemaron volvió llorando La pudrieron volvió llorando Agua quería vivir fue a las flores la pisaron volvió llorando Quería vivir
El mar aúlla con su voz vacía tratando por igual vivos y muertos, cansado de la bóveda celeste después de innumerables noches faltas de sueño, de objetivo, de autoengaño.