Yo observo: «¡Nuestra amiga sentimental, la luna! O quizás (es fantástico, confieso) puede ser el globo del Preste Juan o una vieja y abollada linterna colgada en lo alto para alumbrar a los pobres viajeros en su angustia». Y ella entonces: «¡Cómo divagas!»
Y yo entonces: «Alguien urde en las teclas ese exquisito nocturno, con el cual explicamos la noche y el claro de luna; música que agarramos para materializar nuestra propia vacuidad». Y ella entonces: «¿Te refieres a mí?» «Oh no, soy yo quien soy inane».
«Tú, señora, eres la eterna humorista, la eterna enemiga de lo absoluto, ¡dando a nuestro vago humor el más leve giro!, con tu aire indiferente e imperioso para refutar de un golpe nuestra loca poética». Y «¿Pero es que hablamos tan en serio?»
Yo observo: «¡Nuestra amiga sentimental, la luna! O quizás (es fantástico, confieso) puede ser el globo del Preste Juan o una vieja y abollada linterna colgada en lo alto para alumbrar a los pobres viajeros en su angustia». Y ella entonces: «¡Cómo divagas!»
Vamos, tú y yo, a la hora en que la tarde se extiende sobre el cielo cual un paciente adormecido sobre la mesa por el éter: vamos a través de ciertas calles semisolitarias, refugios bulliciosos de noches de desvelo en hoteluchos para pernoctar
Desde que el dorado octubre declinó en sombrío noviembre y las manzanas fueron recogidas y guardadas, y la tierra se volvió ramas de muerte, pardas y agudas, en un erial de agua y lodo, el año nuevo espera, respira, espera, murmura en la sombra.
Hay varias actitudes hacia la Navidad, Alguna de las cuales podemos pasar por alto: La social, la adormecida, la patentemente comercial, La alborotada (los bares abiertos hasta la medianoche) Y la infantil -que no es la del niño