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Criaturas en la aurora, de Vicente Aleixandre | Poema

  • Poesía Recitada -Tomás Galindo-
  • Poema en español(solapa activa)
Poema en español
Criaturas en la aurora

Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia. 
Entre las flores silvestres recogisteis cada mañana 
el último, el pálido eco de la postrer estrella. 
Bebisteis ese cristalino fulgor, 
que con una mano purísima 
dice adiós a los hombres detrás de la fantástica 
presencia montañosa. 
Bajo el azul naciente, 
entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros, 
que vencían a fuerza de —candor a la noche, 
amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi húmeda 
se desgarraba virginalmente para amaros, 
desnuda, pura, inviolada. 
Aparecisteis entre la suavidad de las laderas, 
donde la hierba apacible ha recibido eternamente el 
beso instantáneo de la luna. 
Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido 
que se siente inefable más allá de su misma apariencia. 
La música de los ríos, la quietud de las alas, 
esas plumas que todavía con el recuerdo del día se 
plegaron para el amor como para el sueño, 
entonaban su quietísimo éxtasis 
bajo el mágico soplo de la luz, 
luna ferviente que aparecida en el cielo 
parece ignorar su efímero destino transparente. 
La melancólica inclinación de los montes 
no significaba el arrepentimiento terreno 
ante la inevitable mutación de las horas: 
era más bien la tersura, la mórbida superficie del mundo 
que ofrecía su curva como un seno hechizado. 
Allí vivisteis. Allí cada día presenciasteis la tierra, 
la luz, el calor, el sondear lentísimo 
de los rayos celestes que adivinaban las formas, 
que palpaban tiernamente las laderas, los valles, 
los ríos con su ya casi brillante espada solar, 
acero vívido que guarda aún, sin lágrimas, la amarillez tan íntima, 
la plateada faz de la luna retenida en sus ondas. 
Allí nacían cada mañana los pájaros, 
sorprendentes, novísimos, vividores, celestes. 
Las lenguas de la inocencia no decían palabras: 
entre las ramas de los altos álamos blancos 
sonaban casi también vegetales, como el soplo en las frondas. 

¡Pájaros de la dicha inicial, que se abrían 
estrenando sus alas, sin perder la gota virginal del rocío! 
Las flores salpicadas, las apenas brillantes florcillas del soto, 
eran blandas, sin grito, a vuestras plantas desnudas. 
Yo os vi, os presentí, cuando el perfume invisible 
besaba vuestros pies, insensibles al beso. 
¡No crueles: dichosos! En las cabezas desnudas 
brillaban acaso las hojas iluminadas del alba. 
Vuestra frente se hería, ella misma, contra los rayos 
dorados, recientes, de la vida, 
del sol, del amor, del silencio bellísimo. 
No había lluvia, pero unos dulces brazos 
parecían presidir a los aires, 
y vuestros cabellos sentían su hechicera presencia, 
mientras decíais palabras a las que el sol naciente daba magia de plumas. 
No, no es ahora, cuando la noche va cayendo, 
también con la misma dulzura pero con un levísimo 
vapor de ceniza, 
cuando yo correré tras vuestras sombras amadas. 
Lejos están las in marchitas horas matinales, 
imagen feliz de la aurora impaciente, 
tierno nacimiento de la dicha en los labios, 
en los seres vivísimos que yo amé en vuestras márgenes. 
El placer no tomaba el temeroso nombre de placer, 
ni el turbio espesor de los bosques hendidos, 
sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas 
donde la luz se desliza con sencillez de pájaro. 
Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales 
de un mundo virginal que diariamente se repetía 
cuando la vida sonaba en las gargantas felices 
de las aves, los ríos, los aires y los hombres.

Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898. Pasó su infancia en Málaga y vivió casi toda su vida en Madrid, donde estudió Derecho y Comercio. En plena juventud, una enfermedad le obliga a interrumpir sus actividades profesionales. Colaboró en revistas como Revista de Occidente (en 1926), Litoral, Carmen, Verso y Prosa, Mediodía, entre otras. Su primer libro, Ámbito (1928), ya deja ver las señales de su mundo poético: claridad e inmensidad del paisaje, depurada y contenida emoción. Es en Espadas como labios (1932) donde, según Dámaso Alonso, se escuchan ecos de gritos desmesurados, que comienzan a esbozar el translúcido, romántico y unificado mundo de Vicente Aleixandre. Destrucción o el amor (1935), Premio Nacional de Literatura, concreta la "unicidad" de su poesía. Su obra, en definitiva, trata de la vida, el amor y la muerte. Considerado uno de los grandes poetas de la generación del 27, en 1977 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Falleció en Madrid en 1984.

  • Mano entregada, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    Pero otro día toco tu mano. Mano tibia. 
    Tu delicada mano silente. A veces cierro 
    mis ojos y toco leve tu mano, leve toque 
    que comprueba su forma, que tienta 
    su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso 

  • A ti viva, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    Es tocar el cielo, poner el dedo 
    sobre un cuerpo humano. 
    Novalis 

     
    Cuando contemplo tu cuerpo extendido 
    como un río que nunca acaba de pasar, 
    como un claro espejo donde cantan las aves, 
    donde es un gozo sentir el día cómo amanece. 

  • Cobra, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    La cobra toda ojos, 
    bulto echado la tarde (baja, nube), 
    bulto entre hojas secas, 
    rodeada de corazones de súbito parados. 

  • Aurora insumisa, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    En medio de los adioses de los pañuelos blancos 
    llega la aurora con su desnudo de bronce 
    con esa dureza juvenil 
    que a veces resiste hasta el mismo amor. 

  • Mar muerto, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    ¡Cuántas veces sabiendo 
    que eras tú, yo caía 
    en tu misma sonrisa, 
    mar abierta, mar plana, 
    estival, pez, sacando 
    tus palabras conmigo! 
    ¡Qué nadar! Tú no sabes 
    que ese mar tan arriba 
    es ya cielo, y que el aire 
    me sostiene tan líquido, 

  • Unidad en ella, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, 
    rostro amado donde contemplo el mundo, 
    donde graciosos pájaros se copian fugitivos, 
    volando a la región donde nada se olvida. 

  • Humana voz, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    Duele la cicatriz de la luz, 
    duele en el suelo la misma sombra de los dientes, 
    duele todo, 
    hasta el zapato triste que se lo llevó el río. 

  • Ten esperanza, de Vicente Aleixandre | Poema

    Vicente Aleixandre

    ¿Lo comprendes? Lo has comprendido. 
    ¿Lo repites? Y lo vuelves a repetir. 
    Siéntate. No mires hacia atrás. ¡Adelante! 
    Adelante. Levántate. Un poco más. Es la vida. 

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