Invierno para beberlo, de Vicente Huidobro | Poema

    Poema en español
    Invierno para beberlo

    El invierno ha llegado al llamado de alguien 
    Y las miradas emigran hacia los calores conocidos 
    Esta noche el viento arrastra sus chales de viento 
    Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas 

    Oíd crepitar el arco iris mojado 
    Bajo el peso de los pájaros se ha plegado 

    La amargura teme a las intemperies 
    Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso 
    Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis 
    Sacudiendo siempre ese abanico vegetal 

    Seducciones de antesala en grado de aguardiente 
    Alejemos en seguida el coche de las nieves 
    Bebo lentamente tus miradas de justas calorías 

    El salón se hincha con el vapor de las bocas 
    Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara 
    Y hay moscas 
    Sobre los suspiros petrificados 

    Los ojos están llenos de un líquido viajero 
    Y cada ojo tiene un perfume especial 
    El silencio es una planta que brota al interior 
    Si el corazón conserva su calefacción igual 

    Afuera se acerca el coche de las nieves 
    Trayendo su termómetro de ultratumba 
    Y me adormezco con el ruido del piano lunar 
    Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia 

    Cae 
    Nieve con gusto a universo 
    Cae 
    Nieve que huele a mar 

    Cae 
    Nieve perfecta de los violines 
    Cae 
    La nieve sobre las mariposas 

    Cae 
    Nieve en copos de olores 
    La nieve en tubo inconsistente 

    Cae 
    Nieve a paso de flor 
    Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo 

    Simiente de sonido de campanas 
    Sobre los naufragios más lejanos 
    Calentad vuestros suspiros en los bolsillos 
    Que el cielo peina sus nubes antiguas 
    Siguiendo los gestos de nuestras manos 

    Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias 
    Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío 
    El cielo emblanquece nuestra atmósfera 
    Entre las palabras heladas a medio camino 
    Ahora que el patriarca se ha dormido 
    La nieve se desliza se desliza 
    se desliza 
    Desde su barba pulida 

    Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948), es considerado, junto a Neruda, de Rokha y Mistal, uno de los cuatro grandes de la poesía chilena. Inició el movimiento artístico llamado "Creacionismo", que pretendía hacer de la poesía un instrumento de creación absoluta donde el mundo de los objetos sería secundario, creando un mundo referencial de la propia poesía.

    • El pájaro de lujo ha mudado de estrella 
      aparejad bajo la tempestad de las lágrimas 
      vuestro ataúd a vela 
      donde se aleja el instrumento del encanto 

      en las vegetaciones de los recuerdos 
      las horas en torno de nosotros hacen sus viajes 

    • Que el verso sea como una llave 
      que abra mil puertas. 
      Una hoja cae; algo pasa volando; 
      cuanto miren los ojos creado sea, 
      y el alma del oyente quede temblando. 

      Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; 
      el adjetivo, cuando no da vida, mata. 

    • Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas 

      es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro 
      es inútil ser mar con grandes alas como noches 
      nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical 
      calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta 

    • Marcho día y noche 
      como un parque desolado. 
      Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos; 
      miro el cielo y su hierba que aprende a cantar; 
      miro el campo herido a grandes gritos, 
      y el sol en medio del viento. 

    • Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad? 
      ¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa 
      Con la espada en la mano? 
      ¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios? 
      ¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser? 

    • Aquí comienza el campo inexplorado 
      Redondo a causa de los ojos que lo miran 
      Y profundo a causa de mi propio corazón 
      Lleno de zafiros probables 
      De manos de sonámbulos 
      De entierros aéreos 
      Conmovedores como el sueño de los enanos 

    • Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor. 
      Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.