¡Oh, capitán, mi capitán!, de Walt Whitman | Poema

    Poema en español
    ¡Oh, capitán, mi capitán!

    ¡Oh capitán, mi capitán! 
    Terminó nuestro espantoso viaje, 
    el navío ha salvado todos los escollos, 
    hemos ganado el codiciado premio, 
    ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas, 
    ya el pueblo acude gozoso, 
    los ojos siguen la firme quilla del navío resuelto y audaz, 
    mas, ¡oh corazón, corazón, corazón! 
    ¡Oh rojas gotas sangrantes! 
    Mirad, mi capitán en la cubierta 
    yace muerto y frío. 

    ¡Oh capitán, mi capitán! 
    Levántate y escucha las campanas, 
    levántate, para ti flamea la bandera, 
    para ti suena el clarín, 
    para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas, 
    para ti la multitud se agolpa en la playa, 
    a ti llama la gente del pueblo, 
    a ti vuelven sus rostros anhelantes, 
    ¡oh capitán, padre querido! 
    ¡Que tu cabeza descanse en mi brazo! 
    Esto es sólo un sueño: en la cubierta 
    yaces muerto y frío. 

    Mi capitán no responde, 
    sus labios están pálidos e inmóviles, 
    mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad, 
    el navío ha anclado sano y salvo; 
    nuestro viaje, acabado y concluido, 
    del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo, 
    ¡exultad, oh playas, y sonad, oh campanas! 
    Mas yo, con pasos fúnebres, 
    recorreré la cubierta donde mi capitán 
    yace muerto y frío. 

    Walt Whitman (West Hills, 1819 - Candem, 1892) fue uno de los más importantes poetas estadounidenses, pilar fundamental de toda la lírica contemporánea. De orígenes humildes, se formó en buena medida de manera autodidacta y comenzó a trabajar muy pronto en imprentas, periódicos y pequeñas escuelas. En 1855, insospechadamente, puso patas arriba tanto su obra literaria previa (cuentos y poemas cortados con la medida tradicional inglesa) como la poesía de su tiempo y la futura gracias a la publicación de Hojas de hierba: un poemario breve, autopublicado y en su primera edición casi anónimo (un nombre escondido en la página de créditos), escrito con un lenguaje audaz, directo y natural, que reflejaba, por fin, la nueva sociedad del Nuevo Mundo, sus gentes, sus calles, sus vidas, así como esa fuerza divina y natural que alienta por igual todo lo vivo. A lo largo de los años, desde 1855 hasta su muerte en 1892, mientras trabajaba en diversos empleos administrativos previos a su retiro a causa de una severa y creciente parálisis, Whitman llegó a publicar una decena de ediciones distintas del libro que dieron lugar a un crecimiento orgánico de la obra, en correspondencia con el devenir vital de su autor: la experiencia brutal de la Guerra de Secesión, los cambios políticos y económicos de su país, la transformación de la experiencia urbana, el retorno maduro a una naturaleza siempre presente desde la infancia, la crudeza de la enfermedad, la avalancha apremiante del fin.