Yo no escucho lo que dicen las lenguas de vecindonas porque de sobra yo sé por quien está su persona. Cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa desde su boca a su boca Cinco añitos que le quiero cinco añitos que me adora, la mala gente que sabe que sabe de nuestras cosas. Si yo sé que me quieres, como le quiero a que darle tres cuartos al pregonero desde su puerta misma hasta su puerta la vereita verde, no cría yerba, no cría yerba. Yo no quiero ni saberlo vecina, cierre la boca y no me venga a decir que él va a casarse con otra. Los cinco añitos cabales queriéndole hora tras hora son un cordel en mi cuello que la garganta me ahoga. Con carbones encendidos, que le quemen esa boca al que juró tantas veces que estaba por mi persona. Se apagaron las cinco, cinco farolas, pa que nadie me vea llorando a solas ¡Ay, que penita madre!, ¡Madre que pena! La vereita verde, cuajá de yerba, cuajá de yerba.
Tú eras árbol y brisa; trino y ave; presencia viva y sentimiento alado. Yo te sentí latir en mi costado alerta realidad y sueño ingrave. La sangre restañó tu mano suave del ciego corazón enajenado, y lo que fue tu signo enamorado
¡Paso al dolor! No ese dolor ambiguo, de la amada, la flor, y el viento blando, sino el dolor con que yo me santiguo, mis ¡cómos! y ¡porqués!, desorbitado. Este dolor que mis huesos taladra, perfecto, triangular, Dios en cadena,
¡Vendo estrellas al peso! Linda cosa. Pero te costará poco dinero. Música, sueño y beso y lira y rosa, y un buen “stock” de luna y de lucero! ¿Cómo? ¿Diez? ¡Qué más da! No está en el precio la razón de la venta, y mucho o poco,
Yo no escucho lo que dicen las lenguas de vecindonas porque de sobra yo sé por quien está su persona. Cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa desde su boca a su boca Cinco añitos que le quiero
Traumatismo de amor con gasa y venda, esparadrapo y algodón, y yodo. Quien haya amado y sepa, que comprenda... Yo no puedo decirlo de otro modo. Como era ciego y le cerré mi tienda y llovía, al caer, cayó en el lodo; le salpicó de sangre la contienda