Vuelvo a casa en Metro.
Junto a mí, viaja una pareja de jovenzuelos.
Ella no para de rajar.
Él le besuquea la cara, cada poco tiempo.
(Chuic chuic chuic), babosos y chascosos.
Ella ni le mira, mientras cacarea nimiedades en un tono más alto del estrictamente necesario.
Ayer se pintó las uñas de los pies de color azul turquesa.
Giro el cuello disimuladamente para comprobarlo.
El chico vuelve a la carga.
Su reserva de amor es inagotable.
Como la de una puta babosa gigante.
(Chuic chuic chuic).
Me repugnan esos ruiditos.
Siento arcadas.
Igual les vomito encima.
Como John Doe.