Las sirenas azules aúllan atravesando la avenida. A toda velocidad. Dos, cuatro, seis. Se saltan semáforos. Provocan frenazos. E improperios. En Vicálvaro deben de tener mucho follón. O un menú del día que te cagas. Jornada tras jornada. A la hora de la comida. Las Fuerzas del Orden vuelan en una misma dirección. 'Eso es que ya se ha ido el de la escopeta', que diría Juan Manuel Chavero.
Pero hoy es distinto.
Hoy, el primer vehículo ha arrollado a un chavalín. Su límpida sangre fluye bajo la manta térmica. La madre chilla histérica. Gira como el bombo de la lotería. (Creo que está embarazada).
Hoy, el madero tiene el rostro gris y suda lejía. Parece que se va a quedar sin postre.
Despierto aturdido entre sábanas sudadas. Las siestas de más de dos horas te vapulean así. Ella ronca débilmente a mi espalda. Sus largos brazos me rodean.
El jefe jefazo tiene cara de mala hostia. Lleva el pelo de oreja a oreja, como lamido por un choto. Camisa azul, por dentro del pantalón, como sujeción para su barriga colgandera.
Te dicen que abras un blog. Que pienses en el lector medio. Que te asocies con una editorial online. Que compres el servicio de maquetación y de diseño de cubierta. Que spamees a tus contactos del Facebook. Que se lo cuentes al vecino.