Balance, de Ángela Figuera Aymerich | Poema

    Poema en español
    Balance

    Es hora de echar cuentas. Retiraos. 
    Dejad ese bullicio del paseo, 
    la mesa del café, la santa misa, 
    y el bello editorial de los periódicos. 
    Entrad en vuestra alcoba. Echad la llave. 
    Quitaos la corbata y la careta, 
    iluminad el fondo del espejo, 
    guardad el corazón en la mesilla, 
    abríos las pupilas y el costado. 
    Poneos a echar cuentas, hijos míos. 

    Tú, invicto general de espuela y puro, 
    echa tus cuentas bien, echa tus cuentas. 
    Toma tus muertos uno a uno, ciento 
    a ciento, mil a mil, cárgalos todos 
    sobre tus hombros y desfila al paso 
    delante de sus madres. 

    Y tú, ministro, gran collar, gran banda 
    de tal y cual, revisa, echa tus cuentas. 
    Saca tu amada patria del bolsillo 
    como un pañuelo sucio sin esquinas. 
    Extiéndelo y sonríe a los fotógrafos. 

    Y tú, vientre redondo, diente astuto, 
    devorador del oro y de la plata, 
    señor de las finanzas siderales, 
    echa tus cuentas bien, echa tus cuentas, 
    púrgate el intestino de guarismos 
    y sal si puedes que te dé la lluvia. 

    Tú, gordo y patriarcal terrateniente 
    esquilador de ovejas y labriegos. 
    Tú, cómitre del tajo y la galera, 
    azuzador de brazos productivos. 
    Tú, araña del negocio. Tú, pirata 
    del mostrador. Y tú, ganzúa ilustre 
    de altos empleos, ávida ventosa 
    sobre la piel más débil, echa cuentas, 
    medita y examínate las uñas. 

    Y tú, señora mía y de tu casa, 
    asidua del sermón y la película, 
    tú, probo juez de veinte años y un día, 
    tú, activo funcionario de once a doce, 
    y tú, muchacha linda en el paseo; 
    tú, chico de familia distinguida 
    que estudias con los Padres y no pecas. 
    Y tú, poeta lírico y estético, 
    gran bebedor de vino y plenilunios, 
    incubador de huevos de abubilla 
    en los escaparates fluorescentes, 
    sumad, restad, haced vuestro balance, 
    no os coja el inventario de sorpresa. 

    Tú no, pueblo de España escarnecido, 
    clamor amordazado, espalda rota, 
    sudor barato, despreciada sangre, 
    tú no eches cuentas, tienes muchas cifras 
    de saldo a tu favor. Allá en tu día, 
    perdónanos a todos nuestras deudas, 
    perdónanos a todos en tu nombre 
    y hágase al fin tu voluntad 
    así en España 
    como en el cielo.