La sangre, de Ángela Figuera Aymerich | Poema

    Poema en español
    La sangre

    Yo me siento la sangre. ¿No la sentís vosotros? 
    Sangre de la mujer, cáliz abierto. 

    Yo me siento la sangre. Ella me nutre. 
    Me llena, me dibuja, me sostiene. 

    Callada sinfonía de mis pulsos. 
    Verso rimado en rojo por mis venas. 
    Vuelo encerrado en íntimas volutas. 
    Río escondido de infinitas ramas 
    fertilizando mi sensible barro. 

    Yo la siento correr. Flujo y reflujo 
    bate las hondas playas de mi pecho, 
    sube por mi garganta estremecida, 
    moja mis labios con sabor espeso 
    de miel caliente. Grita 
    y enciende la codicia de mis ojos. 

    Mi sangre, zumo denso circulando 
    por todos mis poemas. Limpia savia 
    irguiéndose en la regia primavera 
    del hijo conseguido. 

    Amo mi sangre. Cuando yo me muera 
    no la dejéis cuajarse como hielo 
    hecho con agua sucia. 
    No la dejéis secarse en polvo oscuro. 
    Descomponerse en jugos malolientes. 
    Cuando yo muera, abridme, desatadme 
    las frágiles esclusas de las venas. 
    Verted mi sangre toda. Derramadla—. 
    Absórbala la tierra como suya 
    y el agua deslizante de algún río 
    unte con ella el lomo de sus peces.