Dijo el poeta al analista, de Anne Sexton | Poema

    Poema en español
    Dijo el poeta al analista

    Mi negocio son las palabras. Las palabras son como etiquetas, 
    o monedas, o mejor: como un enjambre de abejas. 
    Yo confieso que sólo me quiebra la fuente de las cosas; 
    como si las palabras se contaran como abejas muertas en el ático, 
    desabrochadas de sus ojos amarillos y sus alas secas. 
    Debo siempre olvidar que la palabra de uno es capaz de escoger 
    a otra, y de otra forma, hasta que tengo 
    algo que pude haber dicho… 
    pero que no lo hice. 
    Su negocio es vigilar mis palabras. Pero 
    no admito nada. Hago lo mejor que puedo, por ejemplo, 
    cuando puedo escribirle elogios a una máquina tragamonedas, 
    esa noche en Nevada: diciendo cómo la mágica bolsa acumulada 
    fue tocando tres campanadas sobre esa pantalla con suerte. 
    Pero si debiera decir que esto es algo que no es, 
    entonces me debilito, y recuerdo cómo mis manos se sintieron graciosas 
    y ridículas y llenas de todo 
    el crédulo dinero.

    Said the poet to the analist

    My business is words. Words are like labels, 
    or coins, or better, like swarming bees. 
    I confess I am only broken by the sources of things; 
    as if words were counted like dead bees in the attic, 
    unbuckled from their yellow eyes and their dry wings. 
    I must always forget who one words is able to pick 
    out another, to manner another, until I have got 
    something I might have said… 
    but did not. 
    Your business is watching my words. But I 
    admit nothing. I worth with my best, for instances, 
    when I can write my praise for a nickel machine, 
    that one night in Nevada: telling how the magic jackpot 
    came clacking three bells out, over the lucky screen. 
    But if you should say this is something it is not, 
    then I grow weak, remembering how my hands felt funny 
    and ridiculous and crowded with all 
    the believing money.

    • “¿Quiénes son?” 
      “Ángeles caídos que no eran bastante 
      buenos para ser salvados, ni bastante malos 
      para ser perdidos”, dice la gente del pueblo. 

       
      Llegan a mi limpia hoja 
      de papel y dejan una mancha Rorschach. 
      No lo hacen por crueles, 

    • Con todas mis preguntas, 
      todas las palabras nihilistas en mi cabeza, 
      fui en busca de una respuesta, 
      en busca del otro mundo 
      que alcancé al cavar bajo tierra. 
      Crucé piedras más solemnes que predicadores, 
      traspasé raíces que pulsaban como venas 

    • Sólo una vez supe para qué servía la vida. 
      En Boston, de repente, lo entendí; 
      caminé junto al río Charles, 
      observé las luces mimetizándose, 
      todas de neón, luces estroboscópicas, abriendo 
      sus bocas como cantantes de ópera; 

    • Ira, 
      tan negra como un gancho, 
      me sobrepasa. 
      Cada día, 
      cada nazi 
      a las ocho de la mañana tomaba un niño 
      y se lo salteaba para el desayuno 
      en su sartén. 

      Y la muerte mira como al azar 
      y se saca la mugre bajo las uñas de los dedos. 

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