Pavana impura, de Antonio Gamoneda | Poema

    Poema en español
    Pavana impura

    1. Tu cabello en sus manos; arde en las manos del vigilante 
    de la nieve. 

    Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el 
    pasado. 

    Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza 
    en las manos del vigilante de la nieve. 



    * * * 

      
    2. Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu 
    al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel, 
    tus pétalos vivientes. 

    Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias. 

    Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del 
    campo. 



    * * * 



    3. El mirlo en la incandescencia de tus labios se extingue. 

    Yo siento en ti grandes heridas y te desnudas en mis fuentes. 

    Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego, 
    donde, algunas veces, suenan en ti grandes campanas. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    4. Busco tu piel inconfesable, tu piel ungida por la tristeza de las 
    serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del 
    corazón. 

    Hubiera visto tu cinta ensangrentada, tu llanto entre cristales 
    y no tu llaga amarilla, 
    pero mi sueño vive debajo de tus párpados. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    5. La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es 
    lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias 
    los ojos que vieron la inexistencia. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    6. Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más tristemente, 
    pero yo amo esta púrpura desolada. 

    Ah la flor negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    7. Entra otra vez en las alcobas blancas. 
    Grandes son las jarras de la tristeza en las manos mortales. 
    Entra otra vez en las alcobas blancas. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    8. Amor que duras en mis labios: 

    Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las 
    grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio 
    hasta la llaga azul del corazón. 

    Amor que duras: llora entre mis piernas, 
    come la miel sin esperanza. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    9. Ha venido tu lengua; está en mi boca 
    como una fruta en la melancolía. 
    Ten piedad en mi boca: liba, lame, 
    amor mío, la sombra. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    10.Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la 
    amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados 
    por el viento y el llanto. 

    Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos 
    abandonados por la esperanza. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    11. He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio 
    y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos. 

    Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro, 

    pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te 
    siento en mis labios al ir hacia la muerte. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    12. Eres como la flor de los agonizantes 
    que es invisible mas su aroma entra 
    en la sombra nasal y es la delicia, 
    todo en la vida, durante algún tiempo. 

    * * * 

    13. En la humedad me amas 
    y eres azul en tus pezones. hablas 
    suavemente en mis labios y regresas 
    a tu prisión en la melancolía. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b 
    14. Tu cabello encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas, 
    nos abandonan los recuerdos. siento la frialdad de la existencia 
    pero tu olor se extiende en las habitaciones y tu lascivia vive en 
    mi corazón y entra mi pensamiento en tus heridas. 



    * * * 

    \u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b\u200b  
    15. Existe el mar en las ciudades blancas, 
    coágulos en el aire dulcemente sangriento, 
    sábanas en la serenidad. 
    Existen los perfumes inguinales, lenguas en las heridas femeninas 
    y el corazón está cansado. 
    Entra con tus campanas en mi casa, pastora ciega, sin embargo, 
    como si no tuviera la dulzura su fin aún en las ciudades blancas.