Lejos de rebaños, pájaros, aldeanas,
bebía en cuclillas al lado del brezo,
rodeado de tiernos bosques de avellano
en la verde niebla tibia de una tarde.
¿Qué podía beber junto al joven Oise,
césped ralo, olmos mudos, encapotados cielos,
qué legado obtener de aquella calabaza?
Cierto licor dorado, sudorífero y soso.
Yo hubiera sido, así, mal nombre de posada.
La tormenta, después, fue transformando el cielo,
mostrando países negros y lagunas y percas,
estaciones, columnas bajo la noche azul.
El agua de los bosques se perdía en las arenas,
el viento, desde el cielo, congelaba los charcos...
Pescador de oro y conchas ¿de qué modo tendría,
ni un sólo instante, urgencia de beber?