Amo la noche, de Aurelio Arturo | Poema

    Poema en español
    Amo la noche

    No la noche que arrullan las ramas 
    y balsámica con olor de manzanas, 
    con el efluvio de la flor del naranjo; 
    oh, no la noche campesina 
    de piel húmeda y tibia y sana; 

    no la noche de Tirso Jiménez 
    que canta canciones de espigas 
    y muchachas doradas entre espigas; 
    no la noche de Max Caparroja, 
    en el valle de la estrella más sola 
    cuando un viento malo sopla sobre las granjas 
    entre ráfagas de palomas moradas; 
    no la noche que lame las yerbas; 

    no la noche de brisa larga, 
    hojas secas que nunca caen, 
    y el engaño de las últimas ramas 
    rumiando un mar de lejanos relámpagos; 
    no la noche de las aguas melódicas 
    volteando las hablas de la aldea; 
    no la noche de musgo y del suave 
    regazo de hierbas tibias de una mozuela; 
    yo amo la noche de las ciudades. 

    Yo amo la noche que se embelesa 
    en su danza de luces mágicas, 
    y no se acuerda de los silencios 
    vegetales que roen los insectos; 
    yo amo la noche de los cristales 
    en la que apenas se oye si agita 
    el corazón sus alas azules; 

    y no es la noche sin cantares 
    la que amo yo, la noche tácita 
    que habla en los bosques en voz baja, 
    o entra a las aldeas y mata. 
    Yo amo la noche sin estrellas 
    altas; la noche en que la brumosa 
    ciudad cruzada de cordajes, 
    me es una grande, dócil guitarra. 
    Allí donde dulcemente respira 
    un perfil cercano y distante 
    al que canto entre sus espejos, 
    sus sedas y sus presagios: 
    valle aromado, dátiles de seda; 
    cuando hay un rincón de silencio 
    como un jirón de terciopelo 
    para evocar esos locos viajes 
    esas partidas traspasadas 
    por el vaho tibio de los caballos 
    que alzan sus belfos en el alba. 

    Yo amo la noche en el cansancio 
    del bullicio, de las voces, de los chirridos, 
    en pausa de remotas tempestades, en la dicha 
    asordinada, a la luz de las lámparas 
    que son como gavillas húmedas 
    de estrellas o cálidos recuerdos, 
    cuando todo el sol de los campos 
    vibra su luz en las palabras 
    y la vida vacila temblorosa y ávida 
    y desgarra su rosa de llamas y lágrimas.