Sol, de Aurelio Arturo | Poema

    Poema en español
    Sol

    Mi amigo el sol bajó a la aldea 
    a repartir su alegría entre todos, 
    bajó a la aldea y en todas las casas 
    entró y alegró los rostros. 

    Avivó las miradas de los hombres 
    y prendió sonrisas en sus labios, 
    y las mujeres enhebraron hilos de luz en sus dedos 
    y los niños decían palabras doradas. 

    El sol se fue a los campos 
    y los árboles rebrillaron y uno a uno 
    se rumoraban su alegría recóndita. 
    Y eran de oro las aves. 

    Un joven labrador miró el azul del cielo 
    y lo sintió caer entre su pecho. 
    El sol, mi amigo, vino sin tardanza 
    y principió a ayudar al labriego. 

    Habían pasado los nublados días, 
    y el sol se puso a laborar el trigo. 
    Y el bosque era sonoro. Y en la atmósfera 
    palpitaba la luz como abeja de ritmo. 

    El sol se fue sin esperar adioses 
    y todos sabían que volvería a ayudarlos, 
    a repartir su calor y su alegría 
    y a poner mano fuerte en el trabajo. 

    Todos sabían que comerían el pan bueno 
    del sol, y beberían el sol en el jugo 
    de las frutas rojas, y reirían el sol generoso, 
    y que el sol ardería en sus venas. 

    Y pensaron: el sol es nuestro, nuestro sol 
    nuestro padre, nuestro compañero 
    que viene a nosotros como un simple obrero. 
    Y se durmieron con un sol en sus sueños. 

    Si yo cantara mi país un día, 
    mi amigo el sol vendría a ayudarme 
    con el viento dorado de los días inmensos 
    y el antiguo rumor de los árboles. 

    Pero ahora el sol está muy lejos, 
    lejos de mi silencio y de mi mano, 
    el sol está en la aldea y alegra las espigas 
    y trabaja hombro a hombro con los hombres del campo.