Verdad que la mujer tiene siempre deseos ¡Oh rito infranqueable la mujer tiene brazos! Con frecuencia la miro deseando comprenderla cuando zumba el ataúd diurno del amor.
La corriente de sed se aplaca en sus dos pechos La mujer con su costra de silencio se embarca en una triste y lenta marejada de olvido La noche es otra tumba que en su ser se coloca.
Con frecuencia la miro con frecuencia la toco y sus ropas de llanto me despiertan la muerte Y sus ropas de tela y sus telas de almíbar me despiertan la vida me despiertan y duermen.
¡Oh cortina furiosa constante y enemiga! No puedes ya volar sin un temblor debajo Quiero apretar tus dedos melosos y algo turbios Quiero besar sus besos y quiero estar tus noches.
Nos separa una vida de color del desierto Nos espera una historia de sollozos y gozos Ya me ves ya me oyes nos estamos amando Nunca están separados los lejanos lejanos.
Los lejanos se encuentran y tus grandes suspiros lloverán como ampos azules sobre el polvo Odio los besos dados odio el ancla en los cuerpos Porque espero la boca repitiendo tus labios.
Pero te veo plena de lujos misteriosos Te cubre a ti una negra y transparente nube No miras a esta clase de seres más que lejos Mientras sola debates tu pálida locura.
Verdad que la mujer tiene siempre deseos Mentira que me quieres oh reina de la dicha Oh reina de la dicha oh misérrima madre Oh misérrima dicha oh desolado imperio.
Hueles de una manera diferente. Amar es una forma de olor. El cuerpo impone su presencia de aroma que subleva esa selva, ese bosque que somos. No te veo. No llego a tu contacto. Llegan flores raras, deshechas, invisibles.
Verdad que la mujer tiene siempre deseos ¡Oh rito infranqueable la mujer tiene brazos! Con frecuencia la miro deseando comprenderla cuando zumba el ataúd diurno del amor.
Eres ventana / niña / o sólo rosaleda ¡eres! y juegas en los arenales del tálamo con añicos de júbilo / desnuda y transparente en el crepúsculo dejando adrede tus joyas en el anaquel Ya no danzas más encendiendo tus brazos
Amo a una mujer de larga cabellera como en un lago me hundo en su rostro suave en su vientre mi frente boga con lentitud palpo muerdo acaricio volúmenes sedosos Registro cavidades me esponjo de su zumo mujer pantano mío araña tenebrosa
Estoy en la miseria Dios mío qué te importa Ya mi casa es un dulce terraplén de locura Un vuelo de lechuzas un río con el fondo lacrados en mi semblante... ¡Dios mío que te importa! Mi casa es un relincho de muerto monocromo