Es igual que reír dentro de una campana: sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles. Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo y yo te transparento: soy tú para la vida.
No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos. No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya esta mortal ausencia que se duerme en mi boca, cuando clama la voz en desiertos de llanto.
Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas, y el amor se consuela prodigando su alma. Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos, y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.
Solamente tú y yo (una mujer al fondo de ese cristal sin brillo que es campana caliente), vamos considerando que la vida..., la vida puede ser el amor, cuando el amor embriaga; es sin duda sufrir, cuando se está dichosa; es, segura, la luz, porque tenemos ojos.
Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres de desear y ser mucho más que la vida...? No. Ya lo sé. Todo es algo que supe y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.
Ahora empezarás, mi vida, a no dejarme vivir. A que los días y sus noches sólo sean el ahogo feroz de tu encuentro. De tu incorporación a mí, de tu revestimiento de mí. A que mi sangre no sepa detenerse sola, y se arroje a la tuya, a ti,
Es igual que reír dentro de una campana: sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles. Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo y yo te transparento: soy tú para la vida.
¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia! Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo sin haberlo soñado, sin que nunca un ligero esperar prometiera la dicha. Esta dicha de fuego que vacía tu testa, que te empuja de espaldas, te derriba a un abismo
Cuando eres, como ahora, hermoso y fuerte, yo te amo. Cuando el viento se doblega para ti, cuando a la tierra tú la rindes, yo te amo. Yo te amo por osado, y te amo por heroico, por audaz y porque ofreces tu hermosura y tu valor. Por derramado.