Di un recital de poesía el sábado pasado en
los bosques de las afueras de Santa Cruz
y estaba a punto de acabar
cuando oí un grito fuerte y largo
y una joven bastante guapa
corrió hacia mí
vestido largo y fuego en la mirada
y saltó al escenario
y gritó: «¡TE DESEO!
¡TE DESEO! ¡Cómeme! ¡Cómeme!»
le dije, «oye,
déjame en paz, coño».
Pero siguió quitándome
la ropa y tirándose
sobre mí.
«¿Dónde estabas», le
pregunté, «cuando no tenía
qué comer y
enviaba cuentos al
Atlantic Monthly?»,
me agarró los huevos y casi
me los arranca. Sus besos
sabían a sopa de mierda.
2 mujeres saltaron al escenario
y
se la llevaron a rastras
al bosque.
Sus gritos aún se oían
cuando empecé el siguiente poema.
Tal vez, pensé, tendría que haberla
poseído sobre el escenario frente
a todos aquellos ojos.
Pero uno nunca sabe
si sería un buen poema o
un mal ácido.
Charles Bukowski nació en Adernach, (1920-1994). Vivió en su infancia y adolescencia en un entorno familiar y social violento, hecho que marcaría el devenir de su posterior producción literaria. Pieza capital de la que se vino en llamar generación beat, su vida fue tan radical como las historias narradas en sus propias obras. Adicto al sexo, las drogas y el alcohol, su literatura, casi autobiográfica, es fiel reflejo de su lucha contra el aburguesamiento y la comodidad. Su realismo descarnado y lírico y su humor ácido y desencantado han influido en multitud de escritores de generaciones posteriores.