Siendo medianamente joven me sentaba en los bares 
poniéndome hasta las orejas 
pensando en algo que pudiera 
sucederme, quiero decir, intentaba con las damas: 
“oye, muñeca, escucha, los vendedores ambulantes 
lloran por tu belleza... ” 
o algo así. 
ellas nunca volteaban, miraban hacia el 
frente, justo hacia el frente, 
aburridas. 
“oye, muñeca, escucha, soy un 
genio, ja, ja... ” 
calladas frente al espejo del bar, estas 
mágicas criaturas, estas sirenas secretas, 
de grandes piernas, estallando desde sus 
vestidos, usando brillantes tacones como 
dagas, pendientes, bocas de fresa, 
sentadas ahí, sentadas ahí, 
sentadas ahí. 
una de ellas me dijo: “me 
aburres.” 
“no, muñeca, estás 
atrasada... ” 
“oh, cállate... ”
entonces entraba el galán, algún tipo 
pulcro con traje, bigote de lápiz, corbata de moño; 
delgado, ligero, musical, delicado 
y tan sabihondo 
y todas las damas comenzaban a llamarlo 
por su nombre: “oh, Murray, Murray” 
o algo así. 
“qué tal, muchachas!”
siempre supe que podía derribar a uno de esos 
jodidos pero eso difícilmente hubiese tenido relevancia 
entre la suma total de cosas, 
las damas simplemente se reunían alrededor de Murray 
(o algo así) y continuaban ordenando 
bebidas, 
compartiendo la música de la sinfonola 
y escuchando la risa de sus 
bromas privadas 
que yo difícilmente 
podía 
oír. 
yo me preguntaba cuántas cosas maravillosas 
me estaba perdiendo, el secreto de la 
magia, algo que ellos conocían, 
y me sentí otra vez como el idiota en el 
patio de la escuela, a veces un hombre nunca sale 
de ahí -queda marcado, uno se da cuenta con un 
simple vistazo 
y así 
me excluían, 
“soy el rostro perdido de 
Jano,” (*) pude haber dicho en algún 
momento de silencio. 
para ser, 
por supuesto 
ignorado. 
ellos enfilaban 
hacia sus carros en el estacionamiento trasero 
fumando 
riendo 
para alejarse 
hacia una consumada 
victoria eterna 
dejándome 
para seguir bebiendo 
yo solo 
sentado ahí 
con el rostro del 
cantinero cerca del 
mío: 
“ÚLTIMA RONDA!”
su carnoso rostro indiferente 
de pacotilla bajo la luz 
barata 
después de mi último trago 
salía hacia mi carro de diez años de edad 
junto a la banqueta 
subía 
y manejaba siempre cuidadosamente 
hacia mi cuarto 
de alquiler 
recordando el patio de la escuela 
de nuevo, 
durante el recreo, 
me escogían al último 
para el juego de beisbol, 
el mismo sol brillando sobre mí 
igual que sobre ellos, 
luego oscurecía, 
la mayoría de la gente del mundo 
reunida; 
mi cigarrillo colgante, 
y yo escuchaba el sonido 
del motor. 
Charles Bukowski nació en Adernach, (1920-1994). Vivió en su infancia y adolescencia en un entorno familiar y social violento, hecho que marcaría el devenir de su posterior producción literaria. Pieza capital de la que se vino en llamar generación beat, su vida fue tan radical como las historias narradas en sus propias obras. Adicto al sexo, las drogas y el alcohol, su literatura, casi autobiográfica, es fiel reflejo de su lucha contra el aburguesamiento y la comodidad. Su realismo descarnado y lírico y su humor ácido y desencantado han influido en multitud de escritores de generaciones posteriores.