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  • El perro hambriento y el harto, de Concepción Arenal | Poema

El perro hambriento y el harto, de Concepción Arenal | Poema

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Poema en español
El perro hambriento y el harto

Ello no se sabe cómo, 
un perro de nariz lista 
de una despensa provista 
robó de cerdo un gran lomo. 

De aquellas tajadas tiernas 
llenar la tripa vacía 
pensaba, y se relamía, 
huyendo rabo entre piernas. 

Cuando en paraje se vio, 
seguro, a su parecer, 
ansioso empezó a comer; 
y un amigo que le vio, 

perro de una solterona, 
que harto por demás estaba, 
dormía en cama y pasaba 
la vida más regalona, 

viendo con qué buena gana 
cuenta iba a dar de su presa, 
dijo: «Veo con sorpresa 
que no piensas en mañana. 

Comes hasta reventar 
y es bien absurdo, a fe mía, 
sabiendo que al otro día 
no tienes para almorzar. 

Un poco de sobriedad 
cual perro avisado ten; 
mañana te sabrá bien 
encontrar la otra mitad.» 

«Quien tal absurdo aconseja 
y en ese tono tan grave 
-respondió el otro- no sabe 
lo que puede el hambre añeja. 

Al que desde la niñez 
la tripa vacía tenga, 
no hay cosa que le contenga 
si puede hartarse una vez. 

Vicio se llame o delito 
es más fácil, en verdad, 
sufrir la necesidad, 
que enfrenar el apetito.» 

«Fuera -dijo el regalón- 
insistir tiempo perdido; 
eres perro envilecido 
digno de tu condición.» 

diciendo esto se alejó. 
A poco murió su ama 
y ni regalos ni cama, 
ni aun qué comer encontró. 

Tras muchos días hambriento 
logró hacer una gran presa, 
y dándose a comer priesa 
devorola en un momento. 

El otro que fue testigo 
de su gran voracidad, 
díjole: «¿Y la sobriedad 
que predicabas, amigo?» 

«¡Ah! -replicó el consejero-, 
muy necio fui, bien lo sé, 
cuando de males hablé 
que yo no sentí primero.» 

Es tan común como injusto 
de un cuitado al ver la pena, 
«Su conducta no fue buena» 
exclamar con ceño adusto. 

Tu que así airado repruebas, 
que acusas con acritud, 
dime, ¿tu austera virtud 
ha sufrido muchas pruebas? 

Tú que exiges heroísmo, 
que juzgas con tal rigor, 
¿fueras acaso mejor 
viéndote en el caso mismo? 

No condenes con dureza 
creyéndole pervertido 
al mísero que ha sufrido 
la desgracia y la pobreza. 

Y cuando tu fallo des 
no te olvides de una cosa: 
que es la culpa muy dudosa 
y que el dolor no lo es. 

Casi siempre es injusticia 
la austera severidad, 
y la dulce caridad 
es casi siempre justicia. 

Concepción Arenal

Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.

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    «Por más que te empeñes, hijo, 
    no llegarás a mi altura. 

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    Concepción Arenal

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    «Era grande, hermoso, claro, 
    -suspirando se decía-; 
    tan hermoso que, a fe mía, 
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    Concepción Arenal

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    personas muy principales, 
    eran en todo rivales 
    y en todo con grande afán. 

    Dioles la rivalidad 
    por hacerse, a estos señores, 
    de la industria protectores 
    con pública utilidad. 

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    Concepción Arenal

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    trabaron, estrepitosa, 
    sobre si grande una cosa 
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    La mano en el corazón 
    juraban decir verdad 
    ambos con sinceridad, 
    y uno sólo con razón. 

  • El vidrio y el brillante, de Concepción Arenal | Poema

    Concepción Arenal

    En el punto culminante 
    de una corona imperial, 
    un pedazo de cristal 
    tenido fue por brillante. 

    Y de precio muy subido 
    estaba en un muladar 
    un brillante, que apreciar 
    ninguno había sabido. 

  • El chaparrón de las truchas, de Concepción Arenal | Poema

    Concepción Arenal

    Había en una ocasión 
    en casa de cierto conde 
    que vive yo no sé dónde, 
    numerosa reunión. 

    Por costumbre que a ley pasa 
    y en verdad muy racional, 
    a las once, cada cual 
    retirábase a su casa. 

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