El daguerotipo y la pintura, de Concepción Arenal | Poema

    Poema en español
    El daguerotipo y la pintura

    Orgullosa la pintura 
    al daguerotipo dijo: 
    «Por más que te empeñes, hijo, 
    no llegarás a mi altura. 

    Al vulgo retratarás, 
    que al vulgo desdeño yo, 
    pero a la gente de pro, 
    a los príncipes, jamás. 

    Tu tamaño reducido... 
    Luego, el no poder mirarte 
    como a mí, de cualquier parte... 
    La falta de colorido..... 

    Trabajas con equidad, 
    por eso has hecho fortuna, 
    mas no tiene duda alguna 
    que sin color no hay verdad. 

    Y aunque a veces a tu ruego 
    ilumino tus monotes, 
    ¿quién no ve que son pegotes, 
    si idiota no es o está ciego?» 

    «Bien -dijo el daguerotipo-, 
    aun cierto el hecho en cuestión, 
    amiga, de tu opinión, 
    dispensa, no participo. 

    Juzgas que celebridad 
    entre los grandes no adquiero 
    porque no soy verdadero, 
    y es porque digo verdad. 

    Es porque a mentir no acierto, 
    y al contemplar su retrato 
    se encuentra chato el que es chato, 
    y sale tuerto el que es tuerto. 

    Por una inflexible ley, 
    sin consultar su nobleza, 
    trato con igual llaneza 
    al pordiosero y al rey. 

    Y no cual tú en mentir diestro, 
    ¡cuántas veces he copiado 
    el semblante del malvado 
    como era, vil y siniestro! 

    Nada hay en ello que asombre, 
    obedeciendo los dos 
    yo, a la voluntad de Dios, 
    tú, a la voluntad del hombre. 

    Quien tesoros acumule, 
    en el lienzo o el papel, 
    con la pluma o el pincel, 
    puede pagar quien le adule. 

    Y en este mundo embustero 
    segura cosa es también 
    que nunca ha de faltar quien 
    mentiras dé por dinero. 

    Si tú conservas la palma, 
    es que el hombre en su abyección 
    no quiere mostrar cual son 
    ni su cuerpo ni su alma.» 

    Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.