Iba un día con su abuelo
paseando un colegial,
y debajo de un peral
halló una pera en el suelo.
Mírala, cógela, muerde,
mas presto arroja el bocado
que muy podrido de un lado
estaba, y del otro verde.
Fresca, olorosa, lozana,
de tentarle muy capaz,
cogió una rosa un rapaz
de mayo cierta mañana.
El triste no imaginó
que, en objeto así precioso,
nada hubiera de dañoso,
y una espina se clavó.
«Padre, ¿a qué tanta belleza?
Si hace daño, ¿a qué ese olor?»
«Hijo, el placer y el dolor,
mezcló la naturaleza.
Misterio, en verdad, profundo,
pero, como en el rosal,
mezclados el bien y el mal
has de encontrar en el mundo.»