Noche de estío, que en inquietud me sume…
Una flor lentamente se deshoja
entre intensas oleadas de perfume;
y hay una luna grande, hiriente y roja.
La brisa espesa muerde perversamente
con el hábito tibio de un suspiro,
y acaricia la boca febrilmente
con el ávido beso de un vampiro.
No hay estrellas. El cielo es esta noche
la misteriosa comba inmaculada
prendida únicamente con el broche
de una luna de faz congestionada.
Quizás mañana habrá tormenta; acaso
en esa obscuridad se está preñando
el rayo y la tormenta paso a paso,
y el torrente pluvial que ha de ir saciando
esta ansia intensa de humedad que encierra
una agria emanación calenturienta
que sube de la entraña de la tierra
seca y resquebrajada, ardorosa y sedienta.
Nocturno de estío. Hora febril y palpitante
en que el silencio y la fragancia arrullan
y toda la existencia se hace un interrogante
y en la calma tan solo los sentidos aúllan.
Mañana habrá tormenta. Esta noche expectante
me deja dolorida de emoción
como una zarpa alucinante
que me fuera exprimiendo el corazón.