Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos se posen sobre todos los dolores humanos ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.
Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto surque las lobregueces de tu interior a tientas; mientras en un impulso de sembrador no sientas fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.
Hay que labrar tu campo, divinizar la vida, tener con mano firme la lámpara encendida sobre la eterna sombra, sobre el eterno abismo...
Y callar... mas tan hondo, con tan profunda calma, que absorto en la infinita soledad de ti mismo, no escuches sino el vasto silencio de tu alma.
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos se posen sobre todos los dolores humanos ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.
Y pienso que la vida se me va con huida inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso afán de ser el de antes y desandar la vida.
Iremos por la vida como dos pajarillos que van en pos de rubias espigas, y hablaremos de sutiles encantos y de goces supremos con ingenuas palabras y diálogos sencillos.